Hace
como veinte años propuse públicamente a contrapelo de la sabiduría tradicional
y de la disposición de nuestra Constitución, que a Puerto Rico --- por causa de
su partidismo tribal --- le convendría limitar el término de servicio del
gobernador a uno sólo, de 6 años.
Ello tiene la virtud de que es suficiente, si el gobernador tiene ideas,
carácter y motivación patriótica de servicio, como para realizar un programa
social y económico honesto y transformador de las deficiencias que
supuestamente justifican su entrada a la vida pública.
Por el
otro lado, un sólo término de 6 años evitará, de raíz, la conducta politiquera
que conduce a medirlo todo, desde el primer día tras su inauguración, en términos
de acreditarse para la reelección:
¡el demonio de la reelección!
El
entonces representante García Cabán acogió la idea con entusiasmo, radicó un
proyecto de enmienda a la Constitución, y obtuvo significativo respaldo entre
sus compañeros. Pero la
gobernadora Sila María Calderón mandó, con éxito, a matar el proyecto, y así se
hizo, a pesar de que ella misma se acogió luego al principio de un sólo término. Eso ocurre cada vez que la política democrática
gira más en torno a los intereses de los líderes que sobre los intereses del
pueblo.
El
principio de un sólo término de seis años se hace más urgente hoy, en el
momento de crisis total que vivimos, porque necesitamos un gobernador que
piense más en las necesidades del pueblo que en su propia ambición de
continuismo ejecutivo, porque las decisiones que hay que tomar son
incompatibles con la campaña política permanente desde la gobernación.
Ahora
mismo, al mes apenas del inicio del nuevo gobierno, confluyen dramáticamente
las exigencias de las condiciones económicas objetivas del País con los
intereses reeleccionarios del gobernador como líder principal del Estado y la
sociedad. Porque en realidad, de
verdad, Puerto Rico ha pasado en las últimas dos décadas de ciruela fresca a
ciruela pasa, y de uva a pasa seca.
Estamos quebrados económicamente.
Los únicos Departamentos que nadan sobre la abundancia del dinero ---
federal y estatal --- son los de Salud y Educación, y sin embargo su producto
es miserable. Los demás están para
liquidarse en pública subasta.
Requieren cirugía radical, que para realizarla requieren un gobernador
que no le dedique un minuto a la reelección de noviembre de 2016. Lo demás es la ruina de todos, por
falta de alguien que piense y actúe conforme a la verdad. Porque gobernar y hacer campaña desde
ahora es incompatible con el Bien Común.
Porque no se le puede sacar a una vaca carne y leche al mismo tiempo.
¿Quién
se atreve al cambio radical que propongo?
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