Don José
Ortega y Gasset, el eminente filósofo español del siglo pasado, nos legó una
manera incisiva de leer y apreciar la historia, que el llamó “el drama de las
generaciones”. Tal método de
estudio histórico consiste en identificar, más o menos cada 30 años, a través
de todo el ámbito cultural --- teórico, práctico y artístico --- las docenas de
figuras creativas, en todos los quehaceres colectivos, que marcan el carácter
de una época, la definen por sus ingente aportaciones. Por eso se habla en España todavía de
“la generación del 98”, o “la generación del 27”, entre otras divisiones históricas.
No se
trata de gestas individuales impresionantes en una disciplina, sino un conjunto
de figuras cimeras en la filosofía, la ciencia, las artes, la acción política,
la docencia universitaria y cultural, cuyo impacto marca épocas.
En
estos días, ayer, hoy y mañana, la historia nos convoca a recordar y honrar la
memoria de tres figuras gigantes en nuestro desarrollo moderno --- 1938-1972
--- de Puerto Rico. En palabras de
un estudioso de la India, y refiriéndose al liderato modernizante de aquel
subcontinente de 1947 a nuestros días, hablaba de “los robles altos” ---
Gandhi, Patel, Desai, Mehta y Nehru.
Un
ejercicio parejo cabe hacer en Puerto Rico, aplicado a los últimos 30 años del siglo
19 --- Hostos, Betances, Baldorioty, Muñoz Rivera y Barbosa --- que se
extendieron hasta el primer cuarto del siglo 20 --- que tuvieron que lidiar con
dos imperios, en defensa de los derechos de los puertorriqueños como patria y
como personas.
Sabemos
que durante ese cuarto de siglo sufrimos una generación de medianías, con la excepción
de Luis Muñoz Rivera, y que tuvimos que esperar hasta los tardíos años 30 para
producir o reconocer, a un líder indiscutible y extraordinario en Luis Muñoz
Marín. En cierto sentido Luis
Ferré y Roberto Sánchez, que representan nuestros “robles altos” con Muñoz,
recibieron de él la inspiración, ya fuera en la colaboración o la competencia política. Ninguno de los dos, ni Ferre ni Sánchez,
se explican sin Muñoz.
Es
necesario mirar escrupulosamente esa historia, desde Hostos a Roberto Sánchez,
para apreciarla, emularla en lo posible, y para sacudirnos de las antípodas de
la mediocridad intelectual y moral que pasa hoy por liderato en nuestra
presente generación política.
Porque una mirada, forzando la vista y
los oídos, a nuestra generación legislativa --- el jurado todavía delibera
sobre la ejecutiva --- produce vértigo.
De Baldorioty, Muñoz Rivera, Barbosa, Muñoz Marín y Roberto Sánchez y
Luis A. Ferré a la ciénaga moral de nuestra Cámara de Representantes y la
marrullería meramente jaiba y tunante de su Presidente Perelló, amenaza con
matar toda esperanza. Y parece que
más arriba no hay nadie que se atreva a poner orden.
Constituye
un misterio el hecho de que el gobernador, teniendo en sus manos los poderes
institucionales y políticos para imponer dirección y orden en su partido,
permita que lo desacrediten a nombre de la gula del dinero. En el caso del PPD la cosa es
moralmente más grave que en el PNP.
Porque el PNP, desde Pedro Rosselló, es en sí una corporación corrupta,
sin escrúpulos sobre el bien y el mal, mientras que el PPD tiene una historia
de servicio y de decencia que defender, y no efiende. ¿Será posible que Alejandro Garcia Padilla permita que Jaime Perelló se le convierta en el Tomás Rivera Schatz de esta administración? Todos sabemos el precio que pagó Luis Fortuño por aquella debilidad en el inicio de su administración.
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