Para
noviembre de 1948 yo residía en la Casa Internacional de Chicago, mientras
cursaba estudios post-graduados en su universidad. Para la semana anterior a las elecciones nacionales que
enfrentaba al presidente demócrata Harry S. Truman al candidato republicano
Thomas Dewey, todas las encuestas, todos los aparatos publicitarios de la nación
daban por seguro ganador al entonces gobernador de Nueva York. Menos Harry Truman mismo y un círculo íntimo,
bien pequeño, que nunca concedieron la derrota. Uno de ellos cruzó el país, arriba y abajo, Este y Oeste,
escuchando las voces sencillas del pueblo en los bares, en los restoranes, en
las filas de los supermercados. Allí
escuchó otro sentir de pueblo, radicalmente diferente a la publicidad
multimillonaria pagada por Wall Street y los barrigones ricachos de la vieja oligarquía
de Herbert Hoover, J.P. Morgan, y miles de depredadores del Bien Común
americano que Franklin D. Roosevelt había echado --- como los mercaderes bíblicos
--- del templo de la democracia.
El íntimo
amigo y confidente de Truman le comunicó un mensaje sencillo, producto de su
capacidad para escuchar y discernir, lo que la cacofonía oligárquica no permitía
ni quería oír. “Mr. President”, le
dijo, “you can win”. Y así fue, en
aquella noche larga de noviembre de 1948.
¿Qué pasó? ¿Cómo se
construyó aquella victoria? Se
construyó a base de carácter, inteligencia práctica, sentido común y voluntad férrea
de lucha por los principios capitales de la fe democrática.
Dos
cosas salvaron para Truman aquella elección. La primera, enfrentarse al adversario sin miedo, sin
tapujos, sin cálculos demagógicos de pretender complacer a todo el mundo, en
busca de votos rancios e hipócritas.
Para eso citó al Congreso --- republicano en ambas Cámaras --- a una Sesión
Extraordinaria para entender en 18 proyectos que no habían querido aprobar para
perjudicar al Presidente. Los
republicanos, claro está, no tomaron el asunto en serio. No aprobaron nada, y le permitieron al
Presidente recorrer el país en un tren especial, desde cuya plataforma trasera
se dirigía al pueblo que lo esperaba en cantidades cada día más masivas, diciéndole,
con la ira santa del “underdog” vilipendiado: “We have, you have, a do nothing Congress”. ¿Y ustedes saben lo que yo voy a hacer
con ese “do nothing Congress”? “I
am going to give them hell”. A lo
que las multitudes respondían:
“Give them hell Harry, give them hell”.
En una
situación comparable ha colocado el Partido Republicano del Congreso al
Presidente Obama con su campaña contra el "Obama Care" --- el plan de salud del
Presidente, aprobado por el Congreso, por la Corte Suprema, y por la reelección
de Obama. Todo para servirle a las
compañías de seguro multimillonarias y a los complejos hospitalarios que le
pagan las campañas. Además,
pretenden sumir al país en el descrédito de no poder pagar la deuda nacional,
porque el Presidente no está dispuesto a destruir los programas que protegen a
los pobres, a los estudiantes, a los inmigrantes, y a los cupones contra el
hambre.
Recuerdo
con orgullo que ejercí en favor de Truman, mi primer voto.
El
discurso de ayer del Presidente, como un Harry Truman reencarnado, ha retado a
la derecha cavernaria del Partido Republicano para que provoque la parálisis
del gobierno federal y reniegue de la deuda nacional. ¡A ver si se atreven!
No hay comentarios:
Publicar un comentario