Si uno
juega, y pierde, y aprende --- dice el pueblo --- realmente no pierde. El desastre de la ejecución de la política
pública sobre salud con respecto al Hospital de la UPR en Carolina demuestra
que Puerto Rico, descontada la incompetencia y complacencia criminal en la
administración de ese hospital, cuenta con los recursos de inteligencia médica
y capacidad de superar desastres, si la gerencia política cuenta con la
voluntad de la decisión que este tipo de caso requiere.
En este
drama hay que destacar varios extremos preocupantes: la pusilanimidad del Departamento y del Secretario de Salud
saliente, doctor Joglar Pesquera, la tozudez del administrador del hospital,
doctor Nevárez, y la blandenguería del Presidente Sánchez, de la Junta de
Gobierno de la UPR, y principal agente del Gobernador en Salud y la UPR, como
una especie de Leonardo da Vinci, maestro de todas las disciplinas, gracias a
su tarjeta de membresía en el estadoísmo criollo.
Dos
profesionales de primera han brillado en este desgraciado espectáculo de
incompetencia y estupidez: la
doctora Ana Rius y el doctor Eduardo Ibarra, desde el Departamento de Salud y
el Colegio de Médicos, respectivamente.
Sacaron la cara por el País, y le han lavado la cara a un gobierno inerte
y pusilánime, aún frente al hecho brutal de 32 muertos.
Podemos
derivar de esta desgracia una lección más básica y duradera, si tenemos el ojo
y la razón enfocadas en lo fundamental, y es esta: que, como afirmó hace más de dos siglos Tomás Jefferson, “no
importa que la razón cometa errores, si mantenemos la libertad para corregirlos”… como en Carolina, digo yo.
Esta es
la seguridad absoluta y fundamental que garantiza la sociedad libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario