Hace
tiempo que vengo importunando a mis amigos más avisados y curiosos sobre un
libro publicado en 1984 por la insigne historiadora norteamericana Bárbara
Tuckman, sobre cómo personas y naciones caminan como ciegos a su perdición,
marchando irracionalmente contra sus mejores intereses.
El
desfile de estupideces históricas es interminable, pero la historiadora se
conforma con destacar sólo cuatro dramáticas instancias, a la que el presente
añade una: la de los Estados
Unidos en la hora aciaga que viven sus instituciones constitucionales y
políticas: el tranque Congreso –
Obama que culmina, de una manera o de otra, esta noche.
Las
cuatro ilustraciones de su análisis de la locura, en los lideratos y los
pueblos, son las siguientes:
- La complacencia del Rey Príamo ante las fuerzas helénicas que finalmente lo derrotaron mediante la estratagema de regalarle un caballo de madera --- el famoso desde entonces Caballo de Troya --- lleno de soldados que asaltaron y tomaron la ciudad;
- La corrupción total de los Papas renacentistas, desde Sixto IV hasta Clemente VII, que provocaron la Reforma Protestante;
- La complacencia británica para con la Revolución Americana, dirigida por una serie de reyes mequetrefes, más pendientes de sus amantes y saqueos del Reino que de los problemas reales en América; y
- La locura de Vietnam, que se llevó de frente a dos presidentes, Nixon y Johnson, ciegos para la realidad, porque la locura no ve.
La
quinta locura la estamos viviendo esta noche y por dos semanas más. La derecha irracional del Partido
Republicano Nacional ha querido rendir a sus pies a un electorado, a un
Presidente, y aún a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que avalaron la
reforma de salud del Presidente Obama, que el Congreso mismo aprobó. Como salteadores de caminos, exigen la
capitulación del Presidente o su vida pública. Valiéndose de una página del libro de Harry Truman, o del
libro de John F. Kennedy “Profiles of Courage”, el Presidente Obama ha
enfrentado el asalto con carácter e inteligencia. No se puede negociar con locos, de la variedad que tan bien
caracterizó Barbara Tuckman. ¡No
en balde dice el pueblo que “a quienes los dioses quieren perder, primero lo
ciegan"!
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