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PONENCIA
José Arsenio Torres
18 de septiembre de 2013
Honorable
Presidenta y miembros de la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de
Representantes:
I --- Accedo hoy a la invitación que me han
cursado para opinar sobre el Proyecto de la Cámara Número 1032, que por
petición ustedes evalúan.
En primer lugar, una impresión general,
que luego ilustraré mediante una anécdota relevante: Robert Redfield y “The People of Puerto Rico”.
En
segundo lugar, una síntesis de las “reformas educativas” realizadas en Puerto Rico
en los últimos tres cuartos de Siglo XX:
- 1937 – José Padín – idioma español
- 1942 – Jaime Benítez – educación en general
- 1961 – Ángel Quintero Alfaro – educación en general
- 1993 – José Arsenio Torres – Escuelas de la Comunidad
¿Qué
debemos aprender de esos esfuerzos?
En primer lugar, que las reformas educativas no se conciben ni se
realizan desde las quejas, ni por los quejosos. Que no proceden de la masa del pueblo ni de las matrículas y
clientelas que sufren el deterioro y la ineficiencia de los sistemas a
reformarse. Que las reformas son
fenómenos de liderato, de voluntad de romper esquemas rígidos y esclerotizados
a favor de formas nuevas de fundir los factores componentes del proceso
educativo. Así ocurríos en la
Universidad de 1942 al 1970, y en el Departamento de Educación de 1961 al 1968,
tanto como en 1993-94 bajo mi dirección. Al agotarse o destruirse esos esfuerzos, los sistemas
recaen en la antigua rutina de clientelas abajo y poder sin dirección arriba.
Sirva
lo anterior de trasfondo… vamos al presente. ¿Cuál es el diagnóstico que nos sirve de punto de partida,
de hechos y valores educativos?
Nos
enfrentamos como gobierno y como pueblo --- el pueblo pobre y de clase media
--- a un sistema educativo enorme, costoso. Y en gran medida improductivo a la
luz de las necesidades del País, de los niños, y de los propios profesionales
que lo componen y lo dirigen, por no decir que lo sufren. Sus notas definitorias son el bajo
aprovechamiento --- que nadie niega ---, la desmoralización de sus componentes
--- maestros, padres y estudiantes ---, impacto negativo en la sociedad porque
ni sus egresados están a la altura de las exigencias académicas de las
universidades ni del mercado de empleos que requiere destrezas básicas ---
funcionales --- y adaptables a los cambios de la economía. En el peor de los casos, el fracaso de
la escuela es el triunfo de la criminalidad, en especial del mercadeo de la
droga.
Por
encima de esa masa educativa y moralmente jadeante está la cúpula del poder
administrativo y los intereses partidistas de los políticos, cosa de todos
conocida, pero recientemente confesada ante ustedes por tres Secretarios de Educación. (Ejemplo, como experiencia personal:
1993 – Federación de Alcaldes y Junior Cruz).
Con esa
cúpula, burocratizada, distante, vaga, y que crece y se reproduce como los
animales inferiores por división simple --- aditiva --- no se puede hablar de
reforma. (Ejemplo de 1942 en la Universidad). Los sistemas no se reforman ellos mismos.
Estipulados
los elementos objetivos de este diagnóstico, ¿cómo salimos del sumidero, del
caño burocrático en que estamos sumidos?
II --- Principios guías para una verdadera
reforma educativa de la escuela primaria y secundaria y de las estructuras de
dirigencia educativa, a todos sus niveles:
Los
principios, como los entendemos en la ciencia y en la filosofía, tanto como en el derecho, representan
puntos de partida para entender, explicar, o realizar un campo del conocimiento
o de la acción. En los ámbitos de
la acción, ya sea política, ética o productiva en el orden de las artes como
programas culturales, se trata de cuatro elementos cuya claridad es indispensable
al éxito, a partir de problemas y en rumbo a fines a lograrse. Estos cuatro elementos son: una visión clara de hacia donde se marcha; una estrategia para llegar a esa finalidad; un programa que instrumente esa estrategia hacia la visión contemplada,
y finalmente, voluntad para tomar
las decisiones particulares que realicen en la operación real y cotidiana esos
compromisos programáticos.
Estos
principios --- como reforma --- no se realizan en el vacío. Requieren el entendimiento y el
respaldo legislativo y ejecutivo para realizarse, a contrapelo de todas las
inercias y todos los intereses que quisieran apoderarse de los recursos del
sistema educativo --- dinero y
valores --- para sus propios fines.
El
punto de partida constitucional y legal de tal reforma no tolera dudas o
interpretaciones torcidas: nuestra
Carta de Derechos y leyes educativas vigentes están meridianamente claras: educación pública y gratuita,
obligatoria a nivel primario y secundario, habidos los recursos económicos del
Estado, y enteramente no sectaria.
En ese ámbito
constitucional se establece además que el sistema de instrucción pública será
dirigido por el Estado: Gobernador, Legislatura y Secretario de Educación, con
todas las especificaciones legales y reglamentarias que sean necesarias para
que al nivel operacional cotidiano se cumplan los propósitos del Estado y se
satisfagan las necesidades de la sociedad.
Esas
funciones --- constitucionales, legales, y reglamentarias --- no son delegables
a nadie, sean muchos, pocos, bien organizados o intermitentemente activados.
La
reforma educativa puede y debe ser realizada mediante la precondición de un diálogo
intenso y extenso de la comunidad de interesados, que somos todos, como una
exigencia de ley previa a la toma de decisiones por los funcionarios que la Constitución
y las leyes designan para ello. El
populismo educativo es tan peligroso como el populismo político. Ambos comparten una virtud: envían demandas, a veces elocuentes y
sonoras, al Estado. Pero es el
Estado el que tiene que adoptar las respuestas pertinentes a esos
reclamos. Mas allá de eso se trata
de demagogia educativa o política, como sea el caso.
El
sufragio universal y libre autoriza al pueblo a establecer un contrato que
delega los poderes --- lo tres, Ejecutivo, Legislativo y Judicial --- al
Estado. No se puede reclamar ---
en reversa --- esa delegación democrática para que, cada grupo de interés,
numeroso o exiguo, retome el poder original, ya delegado, del pueblo. Eso sería otro sistema, el de la anarquía
intermitente.
III --- Vamos ahora al proceso educativo. Porque todo lo anterior se piensa y se
dice a favor de un proceso que resulte en verdad educativo.
El
proceso educativo consiste de varios niveles de acción. En primer lugar, la relación de la
autoridad educativa --- el Secretario, su equipo administrativo central,
regional y distrital --- y todo su mandamiento de aplicación de las leyes
vigentes y de sus presupuestos a las escuelas individuales. Contra esa pirámide de organismos burocráticos
encima --- literalmente encima --- de las escuelas, giró la reforma de la Ley
18 de 1993. Si a los legisladores
le interesa, puedo entrar en detalles durante el diálogo que espero.
A ese
proceso educativo burocrático hay que añadir, para diferenciarlo, el proceso
educativo como proyecto educativo. El proyecto educativo tiene que estar
centrado en el estudiante y el maestro, como lo estuvo en las tres reformas
educativas que mencioné al principio, de las cuales participé como estudiante,
como profesor y como dirigente educativo:
1937; 1942; y 1993.
Una cuestión
fundamental tiene que presidir el proyecto educativo, a saber, ¿qué es lo que
ocurre cuando la experiencia educativa educa? Esa experiencia educativa no ocurre en la Secretaría de Educación,
ni en las regiones educativas, ni en las oficinas de los superintendentes. Ocurre en la escuela --- entre
estudiantes y maestros y estudiantes y estudiantes. En el mundo burocrático, y en el mundo de los foros
ciudadanos puede ocurrir una experiencia educativa sobre los asuntos que
mutuamente le interesan. Pero la
educación de los estudiantes para inducirle las ganas de saber más, o ocurre en
la escuela, o no ocurre. Y ese
proceso --- que el proyecto educativo define y postula --- supone un currículo
nuclear sobre el que se emplean y desarrollan destrezas para uso actual y
prospectivo, como forma multiplicadora de capacidades: lenguajes, matemáticas,
ciencias, artes y técnicas, según el nivel educativo. Fuera de esa experiencia no hay salvación. Todo lo demás, por niveles hasta el
final de la escuela secundaria, es complementario y no fundamental y
fundamentante. Si esto es así,
¿cómo se logran esos fines y cómo se reconocen y premian a sus realizadores: los maestros? Y para que la comunidad refuerce ese propósito, y para que
los padres se sumen a ese esfuerzo a favor de sus hijos, ¿qué tipo de escuela y
que tipo de relación educativa les reconoce y les sirve? Para mí no existe otra respuesta que
“la escuela de la comunidad”. Esa
es la dirección de las reformas educativas en los Estados Unidos, de Chicago y
Nueva York, por ejemplo. Pregúntenle
al Secretario Duncan cuando lo vean.
La
alternativa es la actual pirámide de poder, administrativo y partidista, que
las iniciativas ciudadanas han hecho bien en desenmascarar.
IV --- El proyecto educativo que propongo exige
mucho de los maestros y de los padres.
Toda la evidencia histórica y personal me dice que están dispuestos y ávidos: esa es la participación de la cual debiéramos
estar hablando, y no de la participación para expropiarle el poder
constitucional y legal del Ejecutivo y al Legislativo mediante una
participación romántica, curalotodo, no desde las comunidades y las escuelas,
sino de unos centros de mercadeo publicitarios que han intentado un zarpazo al
poder desde el Proyecto bajo estudio.
Ahora
bien, si hablamos del largo plazo, decenal o quinquenal, es doblemente
necesario aplicar el concepto a la formación académica de los maestros. Porque la educación universitaria de
los maestros --- muchas décadas de experiencia en el asunto me lo atestiguan
--- es un área de desastre: es una
educación superficial, un entrenamiento para la pasividad, sus alumnos tienen históricamente
los índices más bajos de aprovechamiento a la hora de admisión, y se gradúan
--- al margen de excepciones admirables, por razón de vocación --- sin la experiencia intelectual, académica,
del aprecio, el análisis, y la crítica indispensable en quien se supone cultive
esas destrezas mentales en sus alumnos.
No hay
más que contar el número de programas de pedagogía --- seudo-programas --- en
universidades --- seudo-universidades “Pell” --- para saber que se trata de
pulgueros educativos, “trade schools” donde el cliente siempre tiene la razón. Todas acreditadas por un Consejo de Educación
que, para eso no hace falta y podrían
economizarse los millones que gasta.
¿Quién ha visto que ese Consejo acredite las escuelas del Estado? El Estado las acredita al
establecerlas. No se necesita ese
organismo de patronazgo. Los
ciegos no pueden dirigir a los ciegos.
Pregúntese, además, esta Comisión, ¿qué es una universidad y cuántas en
realidad hay en Puerto Rico? De
igual manera llamo la atención sobre la proliferación descontrolada de las
fundaciones supuestamente “sin fines de lucro”. Haga la Cámara un inventario de su número, y su costo al
erario y se sorprenderá de los resultados. Porque ¿sabe la Cámara cuantas hay,
financiadas total o parcialmente por el Estado, por la Cámara?
Esta
breve ponencia no puede cubrir todos los temas que inciden en una reforma
educativa democrática --- y no elitista ---, a nombre de y para beneficio de
las masas ciudadanas. Y por el
otro lado, ni esta Comisión, ni esta Legislatura pueden realizar esa
reforma. La tienen que estudiar,
proponer, y explicar los componentes de la praxis educativa y de la academia
--- los intelectuales públicos de la sociedad y del sistema --- tales como los representantes
activos de la sociedad civil legítimamente preocupados por las deficiencias de
y mal uso de recursos del sistema como existe, evitando a toda costa la política
partidista y el enriquecimiento ilícito de corporaciones trompito alrededor del
Departamento y externos las escuelas, según confesado aquí por tres ex
Secretarios de Educación de Luis Fortuño, para no mencionar al flamante
Secretario de Pedro Rosselló que selló la muerte de las Escuelas de la
Comunidad.
Por
todo lo anterior propongo que esta Comisión recomiende a la Cámara haga el nombramiento
de un Grupo de Trabajo para que
estudie y formule un Plan de Acción ejecutiva y legislativa hacia la reforma de
la educación pública en Puerto Rico.
Para preparar dicho plan el Grupo se valdrá de todos los recursos académicos
y comunitarios disponibles en el País, y de todos los recursos económicos y
administrativos que el gobierno pueda prestarle. Este Plan debe prepararse en un periodo de seis meses.
El
Grupo se constituiría de 14 miembros, de la siguiente manera:
- Un miembro nombrado por el Gobernador, y que sería el Presidente Ejecutivo del Grupo;
- Tres miembros seleccionados por el Presidente de la Cámara;
- Tres miembros seleccionados por el Presidente del Senado;
- Dos miembros seleccionados por las agrupaciones magisteriales;
- Cinco ciudadanos universitarios de reconocido historial intelectual sobre problemas de educación y cultura.
Propongo
además que el representante del Gobernador sea el Dr. David Bernier, Secretario
de Estado, lo que contribuiría al Grupo el compromiso del Estado para que sus
propuestas reciban la consideración pronta y seria que el País espera y merece.
Muchas
gracias por la invitación, por su atención, y por la consideración que merezcan
estas reflexiones y recomendaciones.
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