martes, 17 de septiembre de 2013

Ponencia Sobre el Plan Decenal

Para mis lectores, aqui comparto con ustedes una copia de la ponencia sobre el Plan Decenal, Proyecto de la Cámara Número 1032, que presenté hoy ante la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Representantes.

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PONENCIA
José Arsenio Torres
18 de septiembre de 2013

Honorable Presidenta y miembros de la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Representantes:

--- Accedo hoy a la invitación que me han cursado para opinar sobre el Proyecto de la Cámara Número 1032, que por petición ustedes evalúan.

En primer lugar, una impresión general, que luego ilustraré mediante una anécdota relevante:  Robert Redfield y “The People of Puerto Rico”. 

En segundo lugar, una síntesis de las “reformas educativas” realizadas en Puerto Rico en los últimos tres cuartos de Siglo XX:
  • 1937 – José Padín – idioma español
  • 1942 – Jaime Benítez – educación en general
  • 1961 – Ángel Quintero Alfaro – educación en general
  • 1993 – José Arsenio Torres – Escuelas de la Comunidad

¿Qué debemos aprender de esos esfuerzos?  En primer lugar, que las reformas educativas no se conciben ni se realizan desde las quejas, ni por los quejosos.  Que no proceden de la masa del pueblo ni de las matrículas y clientelas que sufren el deterioro y la ineficiencia de los sistemas a reformarse.  Que las reformas son fenómenos de liderato, de voluntad de romper esquemas rígidos y esclerotizados a favor de formas nuevas de fundir los factores componentes del proceso educativo.  Así ocurríos en la Universidad de 1942 al 1970, y en el Departamento de Educación de 1961 al 1968, tanto como en 1993-94 bajo mi dirección.  Al agotarse o destruirse esos esfuerzos, los sistemas recaen en la antigua rutina de clientelas abajo y poder sin dirección arriba.

Sirva lo anterior de trasfondo… vamos al presente.  ¿Cuál es el diagnóstico que nos sirve de punto de partida, de hechos y valores educativos?

Nos enfrentamos como gobierno y como pueblo --- el pueblo pobre y de clase media --- a un sistema educativo enorme, costoso. Y en gran medida improductivo a la luz de las necesidades del País, de los niños, y de los propios profesionales que lo componen y lo dirigen, por no decir que lo sufren.  Sus notas definitorias son el bajo aprovechamiento --- que nadie niega ---, la desmoralización de sus componentes --- maestros, padres y estudiantes ---, impacto negativo en la sociedad porque ni sus egresados están a la altura de las exigencias académicas de las universidades ni del mercado de empleos que requiere destrezas básicas --- funcionales --- y adaptables a los cambios de la economía.  En el peor de los casos, el fracaso de la escuela es el triunfo de la criminalidad, en especial del mercadeo de la droga.

Por encima de esa masa educativa y moralmente jadeante está la cúpula del poder administrativo y los intereses partidistas de los políticos, cosa de todos conocida, pero recientemente confesada ante ustedes por tres Secretarios de Educación.  (Ejemplo, como experiencia personal: 1993 – Federación de Alcaldes y Junior Cruz).

Con esa cúpula, burocratizada, distante, vaga, y que crece y se reproduce como los animales inferiores por división simple --- aditiva --- no se puede hablar de reforma. (Ejemplo de 1942 en la Universidad).  Los sistemas no se reforman ellos mismos.

Estipulados los elementos objetivos de este diagnóstico, ¿cómo salimos del sumidero, del caño burocrático en que estamos sumidos?

II --- Principios guías para una verdadera reforma educativa de la escuela primaria y secundaria y de las estructuras de dirigencia educativa, a todos sus niveles:

Los principios, como los entendemos en la ciencia  y en la filosofía, tanto como en el derecho, representan puntos de partida para entender, explicar, o realizar un campo del conocimiento o de la acción.  En los ámbitos de la acción, ya sea política, ética o productiva en el orden de las artes como programas culturales, se trata de cuatro elementos cuya claridad es indispensable al éxito, a partir de problemas y en rumbo a fines a lograrse.  Estos cuatro elementos son:  una visión clara de hacia donde se marcha; una estrategia para llegar a esa finalidad; un programa que instrumente esa estrategia hacia la visión contemplada, y finalmente, voluntad para tomar las decisiones particulares que realicen en la operación real y cotidiana esos compromisos programáticos.

Estos principios --- como reforma --- no se realizan en el vacío.  Requieren el entendimiento y el respaldo legislativo y ejecutivo para realizarse, a contrapelo de todas las inercias y todos los intereses que quisieran apoderarse de los recursos del sistema educativo --- dinero  y valores --- para sus propios fines.

El punto de partida constitucional y legal de tal reforma no tolera dudas o interpretaciones torcidas:  nuestra Carta de Derechos y leyes educativas vigentes están meridianamente claras:  educación pública y gratuita, obligatoria a nivel primario y secundario, habidos los recursos económicos del Estado, y enteramente no sectaria.

En ese ámbito constitucional se establece además que el sistema de instrucción pública será dirigido por el Estado: Gobernador, Legislatura y Secretario de Educación, con todas las especificaciones legales y reglamentarias que sean necesarias para que al nivel operacional cotidiano se cumplan los propósitos del Estado y se satisfagan las necesidades de la sociedad.

Esas funciones --- constitucionales, legales, y reglamentarias --- no son delegables a nadie, sean muchos, pocos, bien organizados o intermitentemente activados.

La reforma educativa puede y debe ser realizada mediante la precondición de un diálogo intenso y extenso de la comunidad de interesados, que somos todos, como una exigencia de ley previa a la toma de decisiones por los funcionarios que la Constitución y las leyes designan para ello.  El populismo educativo es tan peligroso como el populismo político.  Ambos comparten una virtud:  envían demandas, a veces elocuentes y sonoras, al Estado.  Pero es el Estado el que tiene que adoptar las respuestas pertinentes a esos reclamos.  Mas allá de eso se trata de demagogia educativa o política, como sea el caso.

El sufragio universal y libre autoriza al pueblo a establecer un contrato que delega los poderes --- lo tres, Ejecutivo, Legislativo y Judicial --- al Estado.  No se puede reclamar --- en reversa --- esa delegación democrática para que, cada grupo de interés, numeroso o exiguo, retome el poder original, ya delegado, del pueblo.  Eso sería otro sistema, el de la anarquía intermitente.

III --- Vamos ahora al proceso educativo.  Porque todo lo anterior se piensa y se dice a favor de un proceso que resulte en verdad educativo.

El proceso educativo consiste de varios niveles de acción.  En primer lugar, la relación de la autoridad educativa --- el Secretario, su equipo administrativo central, regional y distrital --- y todo su mandamiento de aplicación de las leyes vigentes y de sus presupuestos a las escuelas individuales.  Contra esa pirámide de organismos burocráticos encima --- literalmente encima --- de las escuelas, giró la reforma de la Ley 18 de 1993.  Si a los legisladores le interesa, puedo entrar en detalles durante el diálogo que espero.

A ese proceso educativo burocrático hay que añadir, para diferenciarlo, el proceso educativo como proyecto educativo.  El proyecto educativo tiene que estar centrado en el estudiante y el maestro, como lo estuvo en las tres reformas educativas que mencioné al principio, de las cuales participé como estudiante, como profesor y como dirigente educativo:  1937; 1942; y 1993.

Una cuestión fundamental tiene que presidir el proyecto educativo, a saber, ¿qué es lo que ocurre cuando la experiencia educativa educa?  Esa experiencia educativa no ocurre en la Secretaría de Educación, ni en las regiones educativas, ni en las oficinas de los superintendentes.  Ocurre en la escuela --- entre estudiantes y maestros y estudiantes y estudiantes.  En el mundo burocrático, y en el mundo de los foros ciudadanos puede ocurrir una experiencia educativa sobre los asuntos que mutuamente le interesan.  Pero la educación de los estudiantes para inducirle las ganas de saber más, o ocurre en la escuela, o no ocurre.  Y ese proceso --- que el proyecto educativo define y postula --- supone un currículo nuclear sobre el que se emplean y desarrollan destrezas para uso actual y prospectivo, como forma multiplicadora de capacidades: lenguajes, matemáticas, ciencias, artes y técnicas, según el nivel educativo.  Fuera de esa experiencia no hay salvación.  Todo lo demás, por niveles hasta el final de la escuela secundaria, es complementario y no fundamental y fundamentante.  Si esto es así, ¿cómo se logran esos fines y cómo se reconocen y premian a sus realizadores:  los maestros?  Y para que la comunidad refuerce ese propósito, y para que los padres se sumen a ese esfuerzo a favor de sus hijos, ¿qué tipo de escuela y que tipo de relación educativa les reconoce y les sirve?  Para mí no existe otra respuesta que “la escuela de la comunidad”.  Esa es la dirección de las reformas educativas en los Estados Unidos, de Chicago y Nueva York, por ejemplo.  Pregúntenle al Secretario Duncan cuando lo vean.

La alternativa es la actual pirámide de poder, administrativo y partidista, que las iniciativas ciudadanas han hecho bien en desenmascarar.

IV --- El proyecto educativo que propongo exige mucho de los maestros y de los padres.  Toda la evidencia histórica y personal me dice que están dispuestos y ávidos:  esa es la participación de la cual debiéramos estar hablando, y no de la participación para expropiarle el poder constitucional y legal del Ejecutivo y al Legislativo mediante una participación romántica, curalotodo, no desde las comunidades y las escuelas, sino de unos centros de mercadeo publicitarios que han intentado un zarpazo al poder desde el Proyecto bajo estudio.

Ahora bien, si hablamos del largo plazo, decenal o quinquenal, es doblemente necesario aplicar el concepto a la formación académica de los maestros.  Porque la educación universitaria de los maestros --- muchas décadas de experiencia en el asunto me lo atestiguan --- es un área de desastre:  es una educación superficial, un entrenamiento para la pasividad, sus alumnos tienen históricamente los índices más bajos de aprovechamiento a la hora de admisión, y se gradúan --- al margen de excepciones admirables, por razón de vocación  --- sin la experiencia intelectual, académica, del aprecio, el análisis, y la crítica indispensable en quien se supone cultive esas destrezas mentales en sus alumnos.

No hay más que contar el número de programas de pedagogía --- seudo-programas --- en universidades --- seudo-universidades “Pell” --- para saber que se trata de pulgueros educativos, “trade schools” donde el cliente siempre tiene la razón.  Todas acreditadas por un Consejo de Educación que, para eso no hace falta y  podrían economizarse los millones que gasta.  ¿Quién ha visto que ese Consejo acredite las escuelas del Estado?  El Estado las acredita al establecerlas.  No se necesita ese organismo de patronazgo.  Los ciegos no pueden dirigir a los ciegos.  Pregúntese, además, esta Comisión, ¿qué es una universidad y cuántas en realidad hay en Puerto Rico?  De igual manera llamo la atención sobre la proliferación descontrolada de las fundaciones supuestamente “sin fines de lucro”.  Haga la Cámara un inventario de su número, y su costo al erario y se sorprenderá de los resultados. Porque ¿sabe la Cámara cuantas hay, financiadas total o parcialmente por el Estado, por la Cámara?

Esta breve ponencia no puede cubrir todos los temas que inciden en una reforma educativa democrática --- y no elitista ---, a nombre de y para beneficio de las masas ciudadanas.  Y por el otro lado, ni esta Comisión, ni esta Legislatura pueden realizar esa reforma.  La tienen que estudiar, proponer, y explicar los componentes de la praxis educativa y de la academia --- los intelectuales públicos de la sociedad y del sistema --- tales como los representantes activos de la sociedad civil legítimamente preocupados por las deficiencias de y mal uso de recursos del sistema como existe, evitando a toda costa la política partidista y el enriquecimiento ilícito de corporaciones trompito alrededor del Departamento y externos las escuelas, según confesado aquí por tres ex Secretarios de Educación de Luis Fortuño, para no mencionar al flamante Secretario de Pedro Rosselló que selló la muerte de las Escuelas de la Comunidad.

Por todo lo anterior propongo que esta Comisión recomiende a la Cámara haga el nombramiento de un Grupo de Trabajo para que estudie y formule un Plan de Acción ejecutiva y legislativa hacia la reforma de la educación pública en Puerto Rico.  Para preparar dicho plan el Grupo se valdrá de todos los recursos académicos y comunitarios disponibles en el País, y de todos los recursos económicos y administrativos que el gobierno pueda prestarle.  Este Plan debe prepararse en un periodo de seis meses.

El Grupo se constituiría de 14 miembros, de la siguiente manera:
  1. Un miembro nombrado por el Gobernador, y que sería el Presidente Ejecutivo del Grupo;
  2. Tres miembros seleccionados por el Presidente de la Cámara;
  3. Tres miembros seleccionados por el Presidente del Senado;
  4. Dos miembros seleccionados por las agrupaciones magisteriales;
  5. Cinco ciudadanos universitarios de reconocido historial intelectual sobre problemas de educación  y cultura.

Propongo además que el representante del Gobernador sea el Dr. David Bernier, Secretario de Estado, lo que contribuiría al Grupo el compromiso del Estado para que sus propuestas reciban la consideración pronta y seria que el País espera y merece.

Muchas gracias por la invitación, por su atención, y por la consideración que merezcan estas reflexiones y recomendaciones.
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