Si con
las buenas intenciones y los buenos valores pudiera gobernarse una sociedad
compleja y en crisis, Alejandro García Padilla brillaría como gobernante,
porque en ninguna de sus células late egoísmo o perversidad alguna. Está totalmente motivado por y
entregado al servicio de nuestro pueblo.
Pero, como dice el refranero inglés, “if wishes were horses beggars
could ride”. Porque la realidad
objetiva de las cosas --- como decía Carlos Marx --- existe, es terca, y patea
si no se cuenta con ella.
Esa
realidad objetiva, en el Puerto Rico de hoy, se presenta ante el gobernador en
la forma de tres pesadas cargas que le impiden que su motivación limpia y sana
se manifieste en forma firme, competente y eficaz.
La
primera carga esta constituida --- y es vox populi, la voz del pueblo --- por
su hermano Antonio, expresidente de la Universidad y exproblema de la
institución, por sus métodos manipulativos, personalistas y francamente raros y
disociadores de la convivencia y la administración de la Casa de Estudios. Se dedicó allí a la “dolce vita”
personal de forma escandalosa, manipuló la Junta de Síndicos mediante
nombramientos PNP que le reían las gracias mientras se hacían millonarios con
el tesoro universitario, mientras él metía su mano en las cosas más nimias de cada recinto universitario,
contra las disposiciones de la Ley Universitaria vigente. El peso de esa continuada intervención
puede echar a perder lo que las buenas intenciones y motivaciones de Alejandro podrían
auspiciar en la Universidad.
Pero
Antonio García Padilla no es sólo él.
Es todo un grupito influyente, alicates de la oligarquía y el quietismo ideológico
y programático que se ha tragado las promesas de campaña del gobernador. Ahí esta la publicista de Palacio,
Marisara Pont, el adaptable Fernando Agrait y --- no podrían faltar --- las
fichas de la familia extendida de Rafael Hernández Colón, que ejerce --- desde
Washington, desde las oficinas legales de su hijo José Alfredo, y ahora desde
su nieto en Fortaleza, un pesado chantaje controlante de lo que de otra manera
seria el libre albedrío honesto de Alejandro García Padilla. Esa es la segunda carga.
La
tercera carga, que pesa como una losa de hierro o de hormigón, es la crisis económica
y financiera del País, hija de una crisis política heredada de las
administraciones perversas y corruptas de Pedro Rosselló y Luis Fortuño.
Para
enfrentar con éxito la tercera crisis, que lo es del País, tiene que sacarse de
encima los pesados fardos de su hermano Antonio, y de la familia Hernández Colón,
insaciable por el dinero y el poder, que no es el suyo, sino del pueblo y de
Alejandro.
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