El
despelote de ineficiencia que exhibe el gobierno de Puerto Rico al cumplirse un
año de gestión y en absoluto control del Poder Legislativo y del Ejecutivo le
comunica al pueblo una situación muy delicada y peligrosa. Porque no se trata meramente de una
insuficiencia fiscal y depresión económica, sino de un cuadro --- al año de
ostentar el poder absoluto del Estado, con excepción de la ganga de soplapotes
del Tribunal Supremo --- de incompetencia para enderezar y dirigir la administración
de gobierno.
¿Cómo
es posible que al año de administrar el poder total del gobierno existan
pantanos de desorganización tan prominentes como los que existen en el
Departamento de Obras Públicas y el Departamento de Educación? Ambos Secretarios alegan que están
aunando criterios, información básica, para reordenar sus servicios. En el caso de Educación estamos en la
fase de encuesta, para saber o no si se acepta el plan de los intereses
privados --- organizados por El Nuevo Día --- para la reforma del sistema. En el caso de Obras Públicas se trata
de que las firmas privadas que nutren al Secretario de técnicas y sistemas se
dignen producir algo operacionable.
Al otro lado de esa pantalla de dejadez e incompetencia, en el caso del
DTOP, está la masa de ciudadanos que paga por todo y sufre por todo. ¿Cuánto tiempo necesita el Secretario
para producir el servicio que el pueblo necesita y paga?
En el
caso del Departamento de Educación el problema es más masivo, costoso y
confuso. Yo le pago en oro al que
me diga hacia donde dirige el capitán de Educación --- si lo dirige, sin compás, sin proyecto, al “run tun
tun” de lo que ocurra cada día --- la nave del Departamento.
Limito
a dos las instancias de --- poniéndolo en los términos más caritativos posibles
--- inefectividad de los dirigentes en esos dos renglones de la vida oficial
que afectan a todas las familias de Puerto Rico. Pero como muestra me recuerdan la administración de Jimmy
Carter en los Estados Unidos, de 1972 al 1976: un Presidente honesto, bien intencionado, inteligente, pero
inefectivo. Lo derrotó un actor de
tercera clase de Hollywood, Ronald Reagan.
A ambas
situaciones puede aplicarse el concepto que le gustaba afirmar a Harold
McMillan, el Primer Ministro conservador de Inglaterra en los tempranos años 60
del pasado siglo. Faltó en Estados
Unidos entonces, y falta en Puerto Rico hoy, “the stuff of command”.
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