No se
me entienda mal, desde el comienzo de esta reflexión. El nuevo “Super” de la Policía no es importado en el sentido de ser
norteamericano. Es de origen
boricua, de formación neoyorkina, y de experiencia profesional allá. Su nombramiento sigue la pauta de Luis
Fortuño y Figueroa Sancha y Emilio Díaz Colon, uno del FBI y el otro de la
Guardia Nacional. El único que,
procediendo de esos cuarteles se comportó como puertorriqueño neto fue el
fallecido amigo Pedro Toledo.
El
origen profesional externo y extraño a la realidad puertorriqueña no puede ser
factor decisivo para rebajar el nombramiento de James Tuller Cintrón para
dirigir la Policía, precisamente porque no representaría el primer caso de un
refuerzo importado, como decimos en béisbol.
En base
al principio de que un jefe de policía debe conocer a sus subalternos, y mucho
más la sociedad que va a servir, el País esperaba la selección de un oficial
nativo de experiencia y conocimiento de la realidad social con que va a
lidiar. Puerto Rico no es Times
Square, ni la experiencia de allá es reproducible acá. Esas me parecen consideraciones innegables
en respaldo al escepticismo general sobre la virtud de este extraño
nombramiento.
¿No será
que el Gobernador y el pueblo de Puerto Rico creen más en el FBI y la Justicia
Federal que en nuestra Policía y las cortes estatales? Se le transparenta al Gobernador sus
razonamientos, al continuar con las decisiones y las actitudes de Luis Fortuño,
razonando que “si ellos son los que realmente mandan”, ¿por qué no ponerlos a
cargo y evitar peleas que no podemos ganar?
Porque
sea intuición o maldición, el pueblo cree más en los americanos --- políticos o
funcionarios policíacos o judiciales ---, que en su propio gobierno.
Tuller
what? ¡O.K, dice, penosamente nuestro pueblo, ignorante y al garete!
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