Recojo
en mi título de hoy la expresión pueblerina que señala un fracaso evidente ante
un reto amenazante. Me refiero a
la decisión del gobierno --- Gobernador
y Legislatura Popular --- de entregar a los malhechores de la
especulación financiera de Wall Street el destino de este País.
Se
trata de una decisión dirigida a comprar tiempo --- tiempo contra el tiempo ---
a ver si algo milagroso ocurre en nuestra economía y en nuestras finanzas públicas
que nos rescate de la realidad ominosa de más de 70 mil millones de dólares en
deuda, a ser pagada por una economía en depresión galopante, de un fisco
igualmente famélico, y de una incapacidad del gobierno y de la empresa privada
para provocar un repunte suficiente en términos de inversión, empleo, y
reequilibrio fiscal suficientes para pagar la deuda y financiar los servicios públicos.
Seis
gobernadores irresponsables, desde Carlos Romero hasta Luis Fortuño, sumieron
al País en un estercolero financiero criminal y bochornoso. Cuatro de ellos --- Romero, Hernández
Colón, Rosselló y Fortuño --- gozan hoy, y parece que a perpetuidad, de regalías
y privilegios bochornosos, en términos de fundaciones trompito y escoltas que
realzan su narcisismo patológico.
Mientras
tanto, el País languidece económica y financieramente como producto de sus fechorías
cumulativas. Y Alejandro García
Padilla hereda el poste apolillado de todas las corrupciones acumuladas.
Como
producto de ese cúmulo corrupto e irresponsable, Alejandro García Padilla tiene
ante sí la opción de intentar, desesperadamente, honestamente, pero con una
pistola en la nuca, una apuesta más, a ver si milagrosamente más de lo mismo
produce un resultado diferente. Se
trata del alcohólico que piensa que con un palo o una caneca más, la última,
puede renunciar al vicio.
La situación
que vive Puerto Rico exige otras actitudes y otras decisiones: mantener nuestra pólvora seca. No jugar más ese juego perdidoso con
los dados cargados. El País, y los
corredores corruptos de bonos, de dinero ajeno, necesitan y demandan una acción
dramática, altiva, de parte de Puerto Rico. Hay que cambiar la ecuación Estados Unidos-Puerto Rico, de
la irresponsabilidad federal a la decencia de informarse --- el Presidente y el
Congreso --- de la condición real de Puerto Rico, producto de 116 años de
colonialismo irresponsable, punto menos que criminal.
Los
estados actúan como estados, a través de su Congreso y de su Presidente. Puerto Rico es objeto y no sujeto o
protagonista de su vida, bajo la bota irresponsable del Congreso y de un Presidente
--- todos --- que no tienen tiempo para atender los problemas de Puerto Rico,
excepto a través de la extracción de donaciones de campañas y limosnas
federales.
¡Esta
bien ya! ¡Díselo, Alejandro!