Algunas
elecciones se pierden en las últimas dos semanas de un cuatrienio. Eso le ocurrió a Rafael Hernández Colón
en el 1980. Valencia aparte, la
percepción de que su campaña era manipulativa, dirigida a clientelas
artificiales, y reducida la campaña a la glorificación del candidato,
monopolizando así todos los recursos del partido --- dinero público y dinero
privado --- y sin cohesión con otras importantes campañas, como la legislativa,
la de los alcaldes y la del Comisionado Residente. De haber ganado, habría ganado él. Al perder, perdió él.
La
campaña de reelección de Aníbal Acevedo Vilá en el 2008 culminó en derrota en
las últimas semanas: la acusación
federal --- con todo lo falsa e infame que era ---, Paseo Caribe, y las
ambigüedades del gobernador ante el, y la continua faena de destrucción y de
saboteo de José Aponte del plan fiscal del gobernador, predicaron una derrota
masiva. A eso hay que añadir la
ingenuidad de muchos populares que por zafarse del corrupto de Rosselló cayeron
en la falda del farsante Fortuño.
Pero todo eso, en los últimos meses y semanas del cuatrienio.
La
derrota más que merecida de Luis Fortuño se pintó segura y merecida desde la
primera semana de actuaciones: la Ley 7, las falsas emergencias, “la Vía
Verde o Tubo de la Muerte”, y el
saqueo instantáneo que puso en efecto transfiriendo el capital público a sus
amigotes. Debe recordarse que
todas estas barbaridades del falso monaguillo jaiba fueron respaldadas por Rafael
Hernández Colón.
Para
Fortuño, las primeras semanas determinaron su debacle de las últimas
semanas. Porque esa primera
impresión se graba indeleblemente en la mente del pueblo y no hay agencia de
publicidad que la borre.
Sirva
lo anterior de marco histórico y factual para orientarnos, gobierno y pueblo,
sobre los comienzos de la administración de Alejandro García Padilla. Para ello, adelanto una expresión dramática
del ensayista y crítico inglés Gilbert Murray, cuando afirmó que el Imperio
Romano no cayó en el año 476, que es lo que afirma la historiografía
tradicional, sino en el año 431 antes de Cristo, año en que comenzó la Guerra
del Peloponeso entre Atenas y Esparta.
Ya para esa fecha, según Murray, la gloria que fue Atenas, la “escuela
de Grecia”, se había agotado en lo que él llamo un “failure of nerve” --- una
quiebra de la voluntad racional teórica y estética, para ser sustituida por la
aventura imperialista.
Lección: un error dramático, que destruya los
cimientos de lo que en esencia es o se predica, conduce a la hecatombe. Por eso, cuando se analizan los
factores de una derrota política, hay que discernir cuándo verdaderamente ocurrió,
si en las últimas semanas o en las primeras. En Roma, ¿en el 476 después de Cristo o en el 431 antes de
Cristo?
Quizás
lo que llevo dicho resulta mucha teoría para un asunto muy sencillo. La mayoría Popular de Senado y Cámara,
en la primera semana del nuevo cuatrienio se ha pegado un tiro en los
pies. Sencillamente, hablando o callada,
esa mayoría no quiere la “reforma legislativa” que se le prometió al pueblo y
que es una de las razones básicas por las cuales fueron elegidos.
¿Por
qué? Por dinero. Por lo mismo que los PNP’s no la querían. Les cuesta mucho a ellos, mientras al
pueblo le cuesta todo. Me viene a
la mente el dicho del Conde Keyserling mientras conversaba con labriegos
españoles de Castilla: ¡Que cultos
son estos analfabetos! Vire el
dicho al revés y aplíqueselo a los líderes populares de Cámara y Senado,
mientras estrenen su nuevo poder y se definen ante el pueblo, que los observa
anonadado: ¡Qué brutos son estos
inteligentes!
Para
escudarse contra el principio de legislador a tiempo parcial, como ciudadano,
pretenden falazmente equiparar su función y esfuerzo a los de los jefes de
Departamentos y agencias. ¿Cómo se
atreven? ¿Es igual la tarea de un
legislador semi-analfabeto --- y los hay en ambos partidos --- deambulando por
los pasillos del capitolio, buscando en qué entretenerse, o dañando leyes y
papel, a la de un Secretario de Hacienda, de Educación, o de Energía Eléctrica? ¡Por Dios! ¡Callen, callen, que me desesperan!, como decía Kiko el del Chavo del Ocho.
La otra
racionalización fatula que han ofrecido los líderes de la rebelión de los
jaibas, consiste en decir que el legislador a tiempo parcial, el legislador
ciudadano, es una puerta abierta a la corrupción, y que la experiencia con ese
legislador ciudadano fue “un desastre”, como ha dicho Eduardo Bhatia, líder de
la revuelta.
En primer
lugar, existen leyes de más, y códigos de ética aplicables para conjurar la
corrupción, que nunca fue notoria, y sólo se trae como parapeto para esconder la gula por el dinero fácil. En segundo lugar, de 1941 a 1984 ese
sistema produjo la mejor legislación que el País ha conocido. Yo fui senador ciudadano, como lo fue
el abuelo de Alejandro García Padilla, mi entrañable amigo. Hablar de corrupción y desastre para
aquel sistema es echar sombras retroactivas --- y falsas --- sobre por lo menos
dos generaciones de escrupulosos servidores públicos.
Si este
tipo de jaibería numismática y gelatinosa moral política dura una semana más
ante la opinión pública, sellará harto temprano la suerte de Alejandro García
Padilla y el PPD para el 2016.