En la
página 362 de un voluminoso estudio histórico, obra del más connotado
historiador de la Alemania de Hitler, cuenta el sabio la horrenda ingenuidad de
Neville Chamberlain, Primer Ministro inglés para 1838, 1939, 1940 y parte del
1941, cuando afirmó después de escuchar todas las rabietas del Führer, el
siguiente juicio, increíble entonces e increíble ahora: “A pesar de la dureza y la
implacabilidad que me pareció ver en su cara, me dio la impresión de que estaba
frente a un hombre en que se podía confiar cuando empeñaba su palabra” – página
362 del monumental estudio de William Shirer sobre el surgimiento y la caída
del Tercer Reich.
Hitler
1938; Vladimir Putin 2014. Del último
dijo el inocente George Bush a raíz de conocerlo: “Miré a sus ojos y concluí que es un hombre confiable”. La diplomacia entre grandes potencias,
y entre sus líderes, no es para ignorantes o ingenuos.
Vladimir
Putin, el último Zar de Rusia, acaba de lanzar al mundo occidental a un
torbellino de reflexiones, redefiniciones, intentos de reagrupación política,
para contener la gracia que acaba de regalarles este en la provincia de Crimea,
extremo sur de la República de Ucrania.
Reversa a la obra de Gorbachev.
El matón de la KGB no entiende de respeto a las nacionalidades que se
desgajaron de Rusia: Georgia hace
unos años, Ucrania ahora.
La
gracia de Putin sorprende a Barack Obama en un momento de debilidad interna y de
vacilante y ambigua postura internacional. En Siria amagó y no tiró, engañado precisamente por Putin,
en defensa de su cliente Bashir Al Assad.
Lo engañó como a un niño, y
le minó la credibilidad en el ámbito exterior. Debilitado además, internamente por un Congreso
recalcitrante, su autoridad para ripostar con fuerza a la porquería del matón
de la KGB ha quedado minada.
Alemania
se ha mostrado vacilante hacia una riposta contundente a Putin. El Reino Unido --- herederos de
Chamberlain --- no están dispuestos a ir más allá de las palabras, y no
consienten en represalias económicas y financieras. Francia no ha hablado al momento en que escribo estas líneas.
¡Qué
solitario es el poder!
¿Podrá
Obama ingeniar una respuesta y un castigo al verdugo de la KGB comparable con
lo que logró John F. Kennedy en la crisis de los misiles contra Nikita Kruschev
en 1962?
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