Los
recientes escándalos protagonizados por los alcaldes de ambos partidos --- la ratería
cínica de aumentos de sueldos para elevar sus pensiones ---, sumados todo eso a
las prácticas de extorsión de dineros municipales y estatales mediante subastas
fatulas y contratos corruptos a personeros corruptos, de los cuales los
alcaldes cosechan “consideraciones”, denotan una crisis aparentemente terminal
en nuestros cabildos.
El
grito que surge de todos los sectores del pueblo es uno de asco, en demanda de
cambios radicales a la gobernanza municipal. Esa demanda, tan justa en sí misma, choca con dos
resistencias inamovibles: el
caciquismo alcaldicio y su creciente corrupción, no importa el color de sus
plumas. Ante la evidencia
cumulativa revelada por la Oficina del Contralor y por la investigación periodística
seria, los alcaldes no cesan ni desisten ni avizoran propósitos de
reforma. Que no son todos, es
cierto, pero los que son valen por las docenas de honrados y eficientes que
pueda haber, porque están envalentonados al saber que los líderes principales
de sus partidos --- carecen de voluntad para cumplir con sus deberes de
saneamiento, ya que decir alcaldes es decir campañas, y nadie quiere quedarse
solo de antemano. Por eso se cogen
la nariz y se arrollan los calzones y marchan sobre el estercolero.
La
Legislatura acaba de aprobar una pieza legislativa, diz que para contener la
ola de corrupción alcaldicia, y la promiscuidad de cabildos, pero a la hora de
recoger los bates no es más que un engaño, un aguaje de muleta. En vez de controlar los vicios
municipales integrando servicios intermunicipales lo que hace es descentralizar
algunas funciones de los Departamentos, Agencias e Instrumentalidades para que
los alcaldes se empleen en atender, se entretengan, y conserven todas las
prerrogativas --- legales e ilegales --- que hoy los señala como enclaves de corrupción
personal ya intolerable.
Se
confunde en el proyecto, en forma jaiba y poco sutil, la descentralización de
servicios con la integración intermunicipal de funciones. Los alcaldes estarán contentos, pues
sellaron su intocabilidad y reciben fondos nuevos, sin alterar en lo más mínimo
sus figuras de jeques árabes, intocables.
Porque si no hay dinero y poder, los alcaldes no bailarán en las
campañas.
La
sospecha de aguaje es evidente: se
trata de una supuesta “reforma” en que todos están de acuerdo. ¿No les parece raro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario