Tuve la
oportunidad de ver --- reproducido por el Canal 10 de televisión --- el debate
final en el Senado de Puerto Rico sobre el préstamo de los tres billones y
medio que el gobierno asumirá como única salida del caos financiero que nos
legó Luis Fortuño, y antes que él los cinco gobernadores anteriores. Esos ahora andan escoltados a cuenta de
los contribuyentes --- menos Sila María Calderón y Aníbal Acevedo Vilá ---,
como si hubiera que protegerlos del pueblo, cuando es al pueblo al que hay que
proteger de la gula de Rafael Hernández Colón, Carlos Romero, Pedro Rosselló y
Luis Fortuño.
No se
trata sólo de escoltas para cebar su vanidad y narcisismo, sino de oficinas
equipadas y pagadas y “fundaciones” trompito para hacer pininos de próceres que
valga la pena recordar.
Lo malo
se pega, y ese mal ejemplo de exprimir al pueblo con privilegios inmerecidos ha
llegado hasta el Tribunal Supremo, de jueces, que no de justicia. Ante el calvario fiscal que padece el País,
obra siniestra de esos “sospechosos usuales” que son los exgobernadores
mencionados, los jueces del Supremo se amugan como bestias salvajes y repudian
el principio ético de la solidaridad, para el cual no tenían que declarar la
ley de retiro que los afectaba, sino “ex abundantia cordis”, es decir de corazón
y conciencia ética en favor de su pueblo, renunciar a esos privilegios y gollerías,
que es lo que ellos entienden por independencia judicial y dignidad del
Tribunal. Pero el afrentamiento numismático
puede --- pudo --- más que el sentimiento hacia la patria adolorida.
No en
balde, en un caso parecido, más de media docena de jueces no vieron el delito
de apropiación ilegal y perjurio de Pedro Rosselló cuando se robó la pensión a raíz
del año 1992, al salir derrotado de la gobernación. Para eso usan la autonomía judicial, para decidir con caras
de lata sobre graves cuestiones de justicia, no para particulares que demandan
a particulares, sino del País que exige buena voluntad en momentos de zozobra.
Esos
jueces son todos producto, extensiones, de los gobernadores que los enviaron al
tribunal: ¡son tales para cuales!
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