Sorprende
académica e intelectualmente hablando, el brote de antiamericanismo litúrgico
que en los medios radiales ha surgido con motivo de la agresión invasora de
Crimea, península de una nación soberana e independiente al sureste de
Europa. Ese antiamericanismo
litúrgico ha tomado la forma de panegírico a la persona y conducta de Vladimir
Putin, el nuevo héroe de la izquierda frustrada de Puerto Rico, ocupando el
espacio que ayer ocuparon Fidel Castro, Che Guevara y Hugo Chávez.
Los
hechos objetivos de la historia contemporánea lo que demuestran es que Putin no
es la “Madre Teresa” que algunos analistas de radio proclaman: líder extraordinario, demócrata a carta
cabal, libertador de pueblos que antes fueron suyos y se independizaron,
nacionalista unificador de rusos previos donde quiera que estén, exactamente
como Adolfo Hitler racionalizó sus ataques a Checoslovaquia, Polonia y Austria
en 1938 y 1939. Hitler también contó
con los votos de los alemanes en 1932, como Putin ahora, y como Nicolás Maduro
en Venezuela.
Si algo
ha probado la historia de los últimos 75 años es que los votos son necesarios
para validar el poder desde el Estado, pero no validan cualquier conducta
opresiva contra el adversario político, que por perder una elección no pierden
su dignidad, libertades y derechos.
Putin
no es otra cosa que un matón, verdugo
de las minorías soviéticas y rusas
desde la KGB, la policía represiva de Stalin, Beria, Breshnev, Kruschev, hasta
el mismo Vladimir. Encarcela a los
opositores, desaparece a periodistas, saquea con sus cuates el tesoro de su
nueva Rusia.
Gracias
precisamente al temple liberal de Europa y America, se le estaban acreditando
actitudes de hombre de estado civilizado en los concilios de Europa y las
Naciones Unidas. Pero hay tipos
que si no la hacen a la entrada la hacen a la salida. Ya el mundo civilizado sabe --- y las Naciones Unidas ---
que no es posible hablar en serio, y menos confiar en el nuevo Zar de Rusia,
como en Egipto no se puede confiar en los nuevos faraones.
El
nuevo orden --- desorden internacional que Putin representa --- no es aceptable
a la civilización democrática, que ha venido madurando instituciones de derecho
internacional por los últimos 66 años, a partir de la Carta de las Naciones Unidas,
que hoy rechazó, 100 a 11, las fechorías de Putin en Ucrania.
No luce
bien, de parte de los deudos del stalinismo, transferir sus resentimientos
contra los Estados Unidos, por el
simple hecho de que el pueblo de Puerto Rico rechaza masivamente la independencia,
a una actitud de panegírico a la agresión de Putin en Crimea.
Sólo la
ignorancia puede convertir esa gimnasia acrobática en validez jurídica.
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