lunes, 24 de marzo de 2014

La Paradoja de la Memoria en Adolfo Suárez


El liderato político mundial --- Europa y America especialmente --- se conmovieron antier ante el fallecimiento de Adolfo Suárez, el padre de la democracia española y de su actual constitución liberal, ya hoy 37 años vieja.

Hombre inteligente, elegante, articulado, que aunque venía del franquismo más depurado propició la democracia más inclusiva --- desde la apolillada derecha hasta la más militante izquierda comunista de Santiago Carrillo --- todos españoles con ansias de convivencia pacífica, alentada desde la monarquía por su amigo, el Rey Juan Carlos.

Suárez presidió dos gobiernos, el primero a raíz de cuadrar el consenso español --- que nunca se logró en tiempos de la república del 36 ---, el segundo como continuidad de su propia gestión de excelso liderato.  Andando el tiempo, sin embargo, los extremos utilizaron sus maquinarias para desbancarlo, tales como el socialismo de Felipe González y el proto-fascismo de José María Aznar.  Andando el tiempo también Suárez tuvo que enfrentarse a otra maquinaria más implacable aún:  Alzheimer, la pérdida de su propia memoria.

Mientras la memoria histórica y política se aferra a su ingente obra de transición histórica, él mismo pierde la memoria personal y con ello la vida.  Toda España, toda Europa, toda America recuerdan, conmovidos, su vida y su obra.

Sólo en Puerto Rico hemos tenido que sufrir el vejamen de ignorar la grandeza de aquel espíritu.  El periódico El Nuevo Día se encargó del insulto: página 31, en una sección titulada “Breves”, le dedica 2 pulgadas y media a la noticia, de espaldas, vergonzosamente, a un mundo democrático conmovido por la pérdida del prócer.

Decía el filósofo inglés G.E. Moore que “cada cosa es lo que es, y no otra cosa”.

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