La obra
de cualquier gobierno para demostrarse a los 100 días constituye una doble majadería. El término constitucional del Gobernador
y la Legislatura es de cuatro años.
Que las gradas políticas ignorantes y manipulables por la prensa
incurran en es sandez es una cosa.
Que el Gobernador se baje a ese nivel de impresionismo de 100 días, con
un anuncio a página entera en todos los medios, pagada por su partido --- no
como gobernador que informa a su pueblo, sino como político asustado ante la
masiva crítica pública a su estilo y a sus decisiones --- eso es muy otra
cosa. Porque pensamos siempre que
una cosa es el gobierno y otra,
muy otra, es el partido, el que sea.
Esas páginas
publicitarias --- no de explicación seria de las múltiples crisis del País --- están
bien para octubre del 2016, no para principios de abril de sus primeros meses
de gestión.
Debo
confesar que no entiendo al Gobernador, ni cuando habla ni cuando calla. Cuando habla porque no articula en
oraciones completas. No acomete
los problemas en términos de sus partes, y no relaciona esas partes con el todo
problemático que le acosa. Y
cuando calla, porque entonces otorga.
Acústicamente, semánticamente, fonéticamente apenas entiendo nada de lo que balbucea el
gobernador. Ni quedan claras las
definiciones de los problemas, ni quedan claras las supuestas soluciones. No me queda más remedio que concluir que,
como decía el otro García, García Márquez, “el general no tiene quien le
escriba”.
Hay
muchas cosas que explicarle al pueblo que creyó que había elegido un nuevo
gobierno. Tres meses son mucho
menos que cuatro años, pero son suficientes para marcar un estilo y una
voluntad. Hasta hoy el estilo es
borroso, y la voluntad claramente gelatinosa. El PNP gobierna en docenas de agencias, y los raqueteros
contratistas de Fortuño campean por sus respetos. ¿Quién ganó las elecciones? ¡Vaya usted a saber!
Los
sueros de brea, además de lentos matan a los pacientes. Y si no, pregúntese el lector: ¿Dónde está la visión y el proyecto de
la reforma educativa? ¿Por dónde
anda la reforma de salud? Andan
por los predios de la cobardía: en
Educación no pasará nada serio, y en salud menos. La burocracia magisterial inerte vencerá en lo primero, y
las aseguradoras insaciables flotarán triunfantes en lo segundo.
Me
pregunto, ¿quién ganó las elecciones y para qué? Desde esta esquina continuaré informando al País sobre el
fruto de su frustrada sed de cambio.
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