La
comparecencia anual ante la Legislatura que por mandato constitucional debe
realizar el Gobernador, y que ocurrió ayer tarde, puede analizarse en dos
dimensiones, la política partidista y la patriótica. La primera es para consumo de la “eclesia” de los fieles del
partido que se encabeza, la otra tendría que ser dirigida al País, a la Patria,
analizando sus problemas de una manera integral, orgánica, en la inevitable interacción
de todas sus partes, deficiencias e interrelaciones.
Dije
anoche que desde el punto de vista político partidista, el mensaje del
Gobernador pareció efectivo porque a un pueblo deprimido, desesperanzado, le
predicó optimismo y entusiasmo, no importa las bases frágiles de tal euforia política. El tenor general del mensaje ---
confeccionado en el estilo promisorio de una campaña política --- con sus
reclamos de logros y reiteración de promesas, me pareció una versión retrasada
del predicador norteamericano de hace medio siglo Norman Vincent Peale sobre
“el poder del pensamiento positivo”.
Ante
ese estilo y ese propósito de edificación y alimentación sicológica de los
fieles, el mensaje puede haber tenido una buena acogida mayoritaria en el
pueblo, que tiene una urgente y masiva necesidad de creer, como antídoto a las
tinieblas que la realidad objetiva de las cosas tiende sobre Puerto Rico.
Ahora
bien, ese entusiasmo, ese optimismo y esa catarata de promesas --- como si estuviéramos
todavía en la campaña del año pasado --- no tiene mucho que ver con la realidad
económica que vive el País: depresión
económica, deficiencias fiscales, e instituciones públicas corruptas --- Energía
Eléctrica, Acueductos, y la Universidad a la cabeza --- y una vasta
desmoralización ética en la administración pública que no se resuelven con
entusiasmo y positivismo.
El
Gobernador falló en no decirle la verdad al País, la verdad sobre lo que heredó,
y la verdad sobre la necesidad de que todos los sectores se dispongan a
contribuir para salir del abismo que la corrupción compartida y generalizada
desde los tiempos de Pedro Rosselló sumió al País. Eso no lo resuelve el optimismo hueco ni el positivismo retórico. Eso lo resuelve el trabajo, la voluntad
y el sacrificio de todos si se les explica y entienden la naturaleza de la
crisis.
Lo que
el Gobernador le ha dicho al País, por el contrario, es que con las mismas
fichas heredadas él puede mover al País hacia el crecimiento económico, la
justicia social y la honestidad en el servicio público.
Como
dice el jíbaro: ¡Ajolá!
Al
concluir el discurso del jueves, ningún puertorriqueño puede pensar que ahora
entiende en qué consiste la crisis del País y cuál es la salida, porque el
Gobernador decidió hablarle a las clientelas y a los grupos, en formato de
campaña y no al País en formato patriótico.
Ese
enfoque puede traer consecuencias desastrosas, pues al no contar con el
entendimiento del pueblo sobre la naturaleza de la crisis, cualquier
frustración de sus expectativas en base a promesas parciales, se anotará como
incumplimiento o incompetencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario