viernes, 26 de abril de 2013

Nota Adicional sobre El Mensaje


La comparecencia anual ante la Legislatura que por mandato constitucional debe realizar el Gobernador, y que ocurrió ayer tarde, puede analizarse en dos dimensiones, la política partidista y la patriótica.  La primera es para consumo de la “eclesia” de los fieles del partido que se encabeza, la otra tendría que ser dirigida al País, a la Patria, analizando sus problemas de una manera integral, orgánica, en la inevitable interacción de todas sus partes, deficiencias e interrelaciones.

Dije anoche que desde el punto de vista político partidista, el mensaje del Gobernador pareció efectivo porque a un pueblo deprimido, desesperanzado, le predicó optimismo y entusiasmo, no importa  las bases frágiles de tal euforia política.  El tenor general del mensaje --- confeccionado en el estilo promisorio de una campaña política --- con sus reclamos de logros y reiteración de promesas, me pareció una versión retrasada del predicador norteamericano de hace medio siglo Norman Vincent Peale sobre “el poder del pensamiento positivo”.

Ante ese estilo y ese propósito de edificación y alimentación sicológica de los fieles, el mensaje puede haber tenido una buena acogida mayoritaria en el pueblo, que tiene una urgente y masiva necesidad de creer, como antídoto a las tinieblas que la realidad objetiva de las cosas tiende sobre Puerto Rico.

Ahora bien, ese entusiasmo, ese optimismo y esa catarata de promesas --- como si estuviéramos todavía en la campaña del año pasado --- no tiene mucho que ver con la realidad económica que vive el País:  depresión económica, deficiencias fiscales, e instituciones públicas corruptas --- Energía Eléctrica, Acueductos, y la Universidad a la cabeza --- y una vasta desmoralización ética en la administración pública que no se resuelven con entusiasmo y positivismo.

El Gobernador falló en no decirle la verdad al País, la verdad sobre lo que heredó, y la verdad sobre la necesidad de que todos los sectores se dispongan a contribuir para salir del abismo que la corrupción compartida y generalizada desde los tiempos de Pedro Rosselló sumió al País.  Eso no lo resuelve el optimismo hueco ni el positivismo retórico.  Eso lo resuelve el trabajo, la voluntad y el sacrificio de todos si se les explica y entienden la naturaleza de la crisis.

Lo que el Gobernador le ha dicho al País, por el contrario, es que con las mismas fichas heredadas él puede mover al País hacia el crecimiento económico, la justicia social y la honestidad en el servicio público.

Como dice el jíbaro: ¡Ajolá!

Al concluir el discurso del jueves, ningún puertorriqueño puede pensar que ahora entiende en qué consiste la crisis del País y cuál es la salida, porque el Gobernador decidió hablarle a las clientelas y a los grupos, en formato de campaña y no al País en formato patriótico.

Ese enfoque puede traer consecuencias desastrosas, pues al no contar con el entendimiento del pueblo sobre la naturaleza de la crisis, cualquier frustración de sus expectativas en base a promesas parciales, se anotará como incumplimiento o incompetencia.  

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