jueves, 25 de abril de 2013

El Mensaje


Escuché con mucha atención, como merece, el Mensaje del Gobernador al País sobre la situación del Estado.  De su alocución y su texto se desprende una situación --- casi todo reducido a lo económico --- “de cuidado” o “delicada”, como dicen los médicos en sus diagnósticos de entre esos términos y la “condición de grave” o “critica”.

En primer lugar, e inevitablemente, fue un discurso político, y dentro de ese género, inevitable porque él es el primer político del País, me pareció exitoso.  Transmitió entusiasmo, seguridad y la impresión de que tiene los problemas bajo control y los medios económicos para enfrentarlos disponibles.

No concibo que se comprometiera con cifras presupuestarias tan precisas sin haber trabajado esos números con la Secretaria de Hacienda y con Presupuesto, ya que tal situación al manifestarse, andando el año y el cuatrienio, rebotaría negativamente sobre su palabra y reclamos actuales.

El mensaje, en segundo lugar, tiene dos partes: anuncios de logros y rectificaciones de injusticias y barbaridades de Luis Fortuño, por un lado, y por el otro, promesas y proyecciones de acciones, positivas si se concretan y mortales políticamente si se hacen sal y agua.

En el primer renglón rezan la devolución de terrenos y dineros a la Universidad y a sus estudiantes  y la devolución de autonomía y facultades al Colegio de Abogados y a AEELA.

En el segundo renglón militan las proyecciones de ingresos, gastos, nuevos impuestos o corrección de inequidades en el actual esquema contributivo y aumentos de sueldos a diferentes sectores del presupuesto estatal.  Si esos números se cuadran, el Gobernador ha dado un paso positivo en medio de una crisis fiscal objetiva que no es negable.

La pregunta queda: ¿Cómo en medio de una depresión objetiva de la economía, con sus efectos en el fisco, se puede prometer tanto a tantos?  No digo que no, pero el tiempo me tiene que demostrar que sí, que estoy --- en ese caso gustosamente --- equivocado.

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