Como es
su costumbre, El Nuevo Día adelanta su protagonismo político con una serie de
encuestas ambiguas, imprecisas, que constituyen un reclamo de poder sobre la
opinión pública, para dirigir el gobierno sin la necesidad de primarias, candidaturas
o elecciones donde juegue su capital económico y político. Su record histórico, en términos de
valor predictivo, es fatal, a partir de los tiempos de Sila María Calderón y Aníbal
Acevedo Vilá. Guardo sus
desaciertos para referencia histórica.
Las encuestas
de marras no distinguen lo que es sentimiento de pueblo sobre el gobierno de lo
que es angustia sobre la sociedad en que vivimos. Los políticos son sencillamente el blanco más visible para
sus fines de “factotum” profético, cuanto realmente ni sus datos de reacciones
y sus ambigüedades metodológicas están claras.
La
falacia metodológica central de esas encuestas reside en la confusión diagnóstica
sobre el estado del País con la calibración pormenorizada de insatisfacciones y
quejas sobre el desempeño del gobierno.
La anominia sobre lo primero se le achaca a lo segundo, como si el
gobierno fuera totalitario, responsable de todo lo malo acumulado por el último
medio siglo.
Yo tengo
insatisfacciones con la ejecutoria del Gobernador, y estas no consisten de
ignorar o no apreciar las decisiones que ha tomado, sino en el enfoque
utilizado para tomarlas, que en vez de integral ha sido atomizado, parcial, e
insuficiente en su fundamentación.
Con todo y eso, la metodología de las encuestas no le hace justicia, ya
que confunde a propósito el reguero mental de la masa del pueblo con el rechazo especifico y personal a la gestión
del Gobernador, para empezar desde ahora a ventear candidatos alternos del PNP
para la pelea de gallos del 2016.
Se le ve la costura a esa estrategia comercial y política.
De
hecho, bien analizadas las cifras de ese reguero, Alejandro sale bastante bien
parado, aún frente a un pueblo aturdido por la crisis social, y confundido por
la algarabía política. Porque si
de un cien por ciento usted obtiene 33 de excelente y bueno (A y B), más un 27
por ciento de regular (C), eso da un 60% de aprobación, mucho más que en
noviembre 6 del año pasado. Esos
datos niegan los titulares políticos y editoriales de El Nuevo Día. ¿Tiene problemas El Nuevo Día con la aritmética,
su propia aritmética? ¡Yo no!
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