domingo, 28 de julio de 2013

Balance Práctico de Dos Semanas de Status


Desde un punto de vista sociológico la segunda quincena de julio constituye, anualmente, un ghetto retórico que entretiene al pueblo, enriquece a los medios de comunicación y a la industria publicitaria, y desorienta al País sobre su historia, su presente y su futuro.

Durante el siglo 19, el siglo 20, y lo que va del 21, la misma lógica de la realidad objetiva ha frustrado a los líderes de las diversas alternativas de status, aunque a unos más que a otros:  a los independentistas en forma absoluta, a los estadoistas en forma igualmente desmoralizante, y a los autonomistas parcialmente, primero frente al absolutismo monárquico español y luego frente al Congreso de los Estados Unidos.

Puesto que las posturas de los independentistas y los estadoistas han sido ideológicamente absolutistas, la frustración ha sido también absoluta.  El liderato autonomista, sin embargo, por ser pragmática e incrementalista, ha tenido éxito significativo en la obtención de importantes derechos políticos: la Carta Autonómica de 1897, la Ley Jones de 1917, y el Acta del Gobernador Electivo de 1947.  Luego, la Ley 600 del 1950 y la Constitución del Estado Libre Asociado en 1952, avalada por la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante la Resolución 748 del 1953.

No se ha obtenido todo lo que el pueblo de Puerto Rico necesita y merece --- a lo que tiene derecho, natural y político --- pero este proceso ha significado una importante conquista política de gobierno propio, mientras las posturas ideológicas absolutas de todo o nada, han quedado a la vera del camino con precisamente eso: nada.

Esa nada independentista y estadoista es la respuesta a dos posturas políticamente machorras, que no le han añadido a este pueblo una sola prerrogativa o derecho  o institución que amplíe sus capacidades e iniciativas.  Eso es así desde el Grito de Lares de 1868 al 25 de julio del 2013.

La agenda, por si esas dos posturas estériles quieran invertir sus respectivas nadas en algo digno y productivo para el País, es sencilla:  al independentismo que vaya y obtenga la voluntad del pueblo tras su aspiración absoluta; y al estadoismo que vaya y obtenga del Congreso norteamericano la disposición de aceptar a Puerto Rico como estado.  Entonces y sólo entonces puede este pueblo tomar una decisión racional, no suicida, sobre su destino político.  Hasta entonces no vale la pena continuar con la comedia retórica de ¡status… status… bla…bla…bla!

Para el autonomismo el futuro posible requiere un continuo planteo de derechos y necesidades de Puerto Rico, en Casa Blanca, en el Congreso, en la Prensa y en las calles de Washington y otras grandes ciudades.  Puerto Rico gasta cientos de millones de dólares en cabildeo improductivo, a unos cabilderos carentes de seriedad y conciencia sobre los derechos de Puerto Rico.  ¿Por qué no emplear parte de ese dinero en un cabildeo político real, que el Presidente y el Congreso tengan que reconocer como problema real?  En ausencia de eso no pasará nada.  Con dos o tres alcahuetes locales detrás del Presidente y de cada partido nacional, perdemos el tiempo y el dinero.

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