El
dilema que ha hecho público el representante Charlie Hernández, portavoz de la mayoría
popular de la Cámara, y ayer
muchacho díscolo y travieso dispuesto a sacrificarlo todo por la soberanía,
ilustra a carta cabal la naturaleza camaleónica de muchos políticos, y la
diversidad de ropajes del cabildero.
En el
curso normal de las cosas, se supone que el cabildero es un agente externo a la
Legislatura o al Ejecutivo, que quiere penetrar el proceso mediante el cual se
llega a decisiones y se gasta el dinero del pueblo. Ahora bien, desde un tiempo a esta parte, durante los cuatro
años de Fortuño y el primer semestre de Alejandro, los cabilderos exógenos, los
que vienen de afuera y penetran el gobierno, se confesaban como tales. Ahora, con las disposiciones legales
que le permiten a los legisladores optar por el cultivo de firmas privadas para
aumentar sus ingresos, el legislador se convierte en cabildero de adentro para
afuera, en cuya actividad inevitablemente usa su poder y relaciones
legislativas para beneficiar a su patrono privado. Lo contrario es suponer que se trata de una pilada
legislativa de monjes trapenses al estilo de San Francisco de Assisi.
Suponer
que se respetará la frontera ética en esas transacciones es ignorar la jaibería
consustancial al político que ve en el dinero la razón de ser de su motivación política.
El
ejemplo, el mal ejemplo de Charlie Hernández es emblemático: un contrato con la Asociación de
Legisladores Municipales, que es a todas luces un cuerpo político de cabildeo exógeno
al quehacer legislativo, valiéndose de un cabildero endógeno, que resulta ser
portavoz de la mayoría en la Cámara.
El que no perciba ese conflicto debe consultar a su cirujano oftalmólogo.
Todo lo
anterior surge de no tener los legisladores --- y los ejecutivos de agencias
--- claridad intelectual y moral sobre a qué se va al servicio
gubernamental. Si se confunden las
motivaciones no es sorpresa que se confundan las actuaciones.
Esa confusión
moral no la subsana ningún manual de ética que sea producto de los cabilderos
ad hoc que trabajan para entes económicos externos. Esto es tan claro que sólo los legisladores y sus abogados
se confunden “pro vita sua”.
Una cosa es lo que hace el burro y otra el que lo ensilla. En circunstancias diferentes es interesante ver cómo las personas dicen una cosa y hacen otra totalmente opuesta. Si alguien me ha defraudado grandemente ha sido Charlie Hernández quien está convirtiéndose en un mercader del templo.Estamos conociendo las verdaderas caras de la gente que fue elegida para representarnos.
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