El 16
de noviembre de 1940 Don Luis Muñoz Marín pronunció --- por radio a todo el País
--- lo que se conoce como el “discurso de la victoria”. Consistía de que numéricamente el
margen fue raquítico ante la Coalición de Republicanos y Socialistas --- se
ganó el Senado raspando y se perdió la Cámara raspando. Don Luis apuró la realidad
objetiva de la situación y llamó “victoria grande”, pero precaria, la obtenida
en las urnas.
Aquella
victoria fue grande porque se dio contra una oligarquía de fuerzas vivas
entronizadas en la Legislatura, las centrales azucareras, las haciendas de café
y tabaco y en el gran negocio de importaciones. Pero fue precaria porque su
margen de victoria dejó la Legislatura al pairo, dividida. Sólo con el liderato de Muñoz pudo
convertir aquella precariedad en cambio creativo. Estos magnates,
que él llamó “colmillús” --- de la misma manera que Franklin Delano Roosevelt
llamó a los de allá “malhechores de la gran riqueza” --- enviaban a la Legislatura
sus abogados y cabilderos. Eso
cesó desde 1941 hasta 1968.
Lo que
afirmo es que en 1940 la victoria simbólicamente grande y políticamente
precaria pudo convertirse en eje de cambio porque el liderato, la voluntad, la
elocuencia sencilla y penetrante --- didáctica --- de Muñoz no se entregó a
triunfalismos huecos ni a politiquerías prematuras, sino más bien a la
educación del pueblo sobre la realidad que vivía y la ingente tarea de
entendimiento y solidaridad que confrontaba.
Eso es
precisamente lo que nos falta hoy, que no babeen los problemas ni los
ignoren. El pueblo aguanta,
asimila y aprende de la verdad. De
la política melosa y superficial no aprende nada.
El
siglo pasado no vivió momento alguno más peligroso que el que vivió Inglaterra
en 1941, después del fiasco naval y militar de Dunkirk, en las playas
belgas. De allí surgió como mesías
Winston Churchill. ¿Qué le ofreció
a su pueblo agonizante pero heroico?
“Sangre, sudor y lágrimas”, y la victoria eventual junto a los Estados
Unidos y Franklin Delano Roosevelt.
Los
tiempos de crisis son tiempos para la verdad, para la realidad, no para
subestimar a los pueblos con engañifas retóricas fofas. Porque la verdad, por ser verdad,
reflota con venganza, y la realidad, por ser realidad, permanece y castiga
cuantas veces se ignora.
El
lector pensará que estoy hablando de historia o filosofía. Nada de eso: estoy hablando de Alejandro García Padilla y el pueblo
agobiado de Puerto Rico.
Los zapatos de Muñoz, de FDR, de Churchill; le quedan muy grandes a AGP. No hay profundidad ni vara para medir consecuencias. Es signo generacional de una juventud que no escucha, que no sufrió la pobreza en carne propia. Fue gente creadora producto de la necesidad. La experiencia no se puede aprender en los libros.
ResponderEliminarLa Victoria del 2012 fue pírrica considerando todo lo que había ocurrido durante el cuatrienio anterior bajo el PNP y Luis Fortuño. Sin embargo, las expectativas del pueblo que se alió para sacar al PNP del poder por sus estilos fascistas y dictatoriales en contra de la gente eran altísimas. No obstante, no se hacen las cosas de la noche a la mañana y el desastre es gigantesco pero concurro en que los gobernantes tienen que asumir el rol de pedagogos y maestros para comunicar claramente al pueblo lo que se está hacienda y el por qué, sin temor a que haya malestar. El tiempo dirá si las medidas serán efectivas o no.
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