lunes, 1 de julio de 2013

Alejandro “Informa” al País


A los 6 meses de su trabajosa encomienda sobre el destino inmediato del País, el Gobernador consumió cinco minutos para repasar su obra.  Y la encontró excelente, tanto como Jehová después de seis días de creación.

Separé esos cinco minutos para escucharlo, y mi frustración no puede ser mayor.  En primer lugar, tengo dificultad con su dicción, pues apenas entiendo su pronunciación.  Para eso existen terapias del habla que corrigen la bruma de las palabras apenas pronunciadas con todas sus letras.  Eso hace, claro está, que el pensamiento que se quiere transmitir no llegue al que escucha con integridad gramatical.  Eso en cuanto a la forma.

El contenido de esos cinco minutos fue otra cosa:  insuficiente, irrelevante, falto de realidad.  De antiguo se sabe, en la tradición greco-romana, y en la moderna tradición parlamentaria --- Edmund Burke en la Inglaterra de los 1780 es el mejor expositor --- que el Parlamento y los grandes ejecutivos de la democracia liberal, además de gobernantes son, tienen que ser educadores.  Eso fueron en su día Luis Muñoz Rivera y Luis Muñoz Marín, pedagogos que llevaron al pueblo de la mano, como condición de entender y respaldar.  Lo que los pueblos no entienden, no pueden respaldar.  De ahí los Pericles, los Cicerón, los Roosevelt --- ambos --- y Churchill y Lincoln.  Claro está, no hay que pretender esas alturas para cumplir el cometido de la democracia.

Los cinco minutos de Alejandro temprano esta tarde me parecieron patéticos, irrelevantes a las realidades del gobierno y del pueblo: un triunfalismo hueco, un reclamo prematuro de logros, sin la más mínima alusión a, o conciencia de la depresión económica y de espíritu que vive el pueblo.

No sé si es que la edad me ha puesto bruto, pero no aprendí nada de esa alocución, tan discreta en extensión como en calidad.  Debe ser un problema mío.  ¿Qué le parece a mis interlocutores? 

1 comentario:

  1. Profesor, no es que la edad lo ha puesto bruto. Nada más lejos de la verdad. Su descripción de esos cinco minutos es fiel a lo que fueron: patéticos, irrelevantes. El gobernador reclamó como logro que el paciente no se murió de golpe y porrazo. Lo que no dijo es que en realidad, se morirá más tarde, porque no hay remedio a la vista a corto, mediano, o largo plazo. Los educadores tienen conocimiento, experiencia, sabiduría, y capacidad para transmitirla de manera que se les entienda con facilidad. El gobernador no tiene esas cualidades, por lo que no es educador.

    Alejandro García Padilla tuvo la oportunidad única de marcar un nuevo rumbo en la económica, social, y política de Puerto Rico. En vez de agarrar esa oportunidad prefirió seguir su pobre intelecto y el camino marcado por los publicistas de turno y Antonio, su hermano mayor. Pasará a la historia como un ocupante más de la fortaleza, sin ton ni son.

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