En el
catálogo de las calamidades que el desgobierno de Luis Fortuño le entrega a
Alejandro García Padilla, hay que destacar como primario el de la vandalización
del tesoro público por parte de una mafia inclemente, dirigida desde Fortaleza
por Luis Fortuño y Marcos Rodríguez Pujada para saquear los dineros del pueblo
y repartirlo entre amigos y corporaciones fatulas, extranjeras y del patio, que
respondieran a la teoría del gobernador de que había que destruir el gobierno
--- repartirlo --- y a los individuos --- los ciudadanos que lo eligieron para
otra cosa --- que se defiendan como puedan.
Ese vandalismo
administrativo destruyó las finanzas públicas, agotó el crédito del País,
destruyó la frágil viabilidad crediticia del estado, y se valió de la mentira
como principal instrumento de comunicación con el País.
Luis
Fortuño se inició en la vida política mintiendo masivamente --- Carlos Romero
lo llamó hipócrita y embustero desde el 2004 --- y ha culminado su desgraciado mandato
mintiendo a rajatabla en todo lo que hace y dice. En el 2008, a raíz de ganar la gobernación, reclamó que el
gobierno saliente no debía hacer nombramientos para vacantes disponibles porque
él necesitaba su propio equipo para gobernar. Así lo hizo, decentemente, Aníbal Acevedo Vilá. Ahora, indecentemente, Fortuño paga con
la más rancia politiquería atornillando batatas y amarrando matojos en el
camino de Alejandro. El hombre es
un fraude, un paquete con carita de monaguillo, lo que en el campo llaman
todavía, “un fresco”.
Ahora
bien, en última instancia, Alejandro presidirá como líder --- si se atreve a
ejercer el liderato que el pueblo le ha confiado --- del Poder Ejecutivo, del
Legislativo a través de la Conferencia Legislativa, y del Partido que
preside. De la Rama Judicial no
hablo porque esa es “pérdida total”, como dicen los ajustadores de seguros.
¿Qué hará
Alejandro con todo ese poder? Los
precedentes inmediatos en el Partido Popular no son tranquilizadores. Ahí está todavía --- en alguna gaveta
del Departamento de Justicia --- el Informe devastador de un grupo de
ciudadanos sobre la corrupción en Hacienda y el Banco Gubernamental de Fomento
sobre el robo, rayando la media noche anterior al cambio de gobierno en el año
2000, dirigido por aquel pillete de nombre Xavier Romeu, que repartió millones
en sus oficinas al filo de la medianoche --- el famoso PRIF.
Sila María
Calderón nombró ese Comité de Ciudadanos y luego se le sentó encima al
Informe. Aníbal Acevedo Vilá hizo
lo mismo, y su Secretario de Justicia hizo lo mismo.
Perturba
adicionalmente a la memoria y la decencia el hecho de que la corrupción de las
aseguradoras de salud --- principalmente Triple S --- confesaron en la Corte
Federal el haber contribuido dinero corrupto a las campañas políticas de Sila María
Calderón y Acevedo Vilá --- y debe suponerse que a muchos otros, confesado el
hecho por la Directora Ejecutiva de su organización delincuente --- ACODESE
---, ¿recuerdan?
Esos
precedentes de pusilanimidad me preocupan. Porque la crisis que vive Puerto Rico, más que económica,
que lo es, se centra en el carácter, en la voluntad moral de su liderato --- aún
concediéndole limpieza moral, como puede reconocérsele a Alejandro y de la cual
carece enteramente Luis Fortuño.
Si el Partido Popular en el poder se amantequilla y no acomete las
revocaciones y rectificaciones que el País creyó que estaba respaldando, se
desacreditará para siempre. A
falta de voluntad y visión moral, el pueblo perece. Se convierte en un reguerete, como decía Muñoz, en una
clientela insensible de los centros comerciales, perenne madrugador.
El
liderato democrático se solicita para usarlo, no para esperar a las próximas
elecciones a ver qué pasa. De eso
hemos tenido demasiado en la historia reciente en el Partido Popular.
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