La
información que surge del Comité de Transición entre el gobierno saliente y el
entrante apunta a una sola cosa: caos en Presupuesto, Hacienda, el Banco
Gubernamental y los municipios.
El
gobierno de Fortuño, en su fase de campaña del 2008, empezó con mentiras como
promesas, mentiras luego como administración, y mentiras certificadas ahora en
la información que por ley tienen que ofrecerle al gobierno entrante. Se trata de un sólo operativo criminal
contra los supuestos de la decencia administrativa. Ha legado Luis Fortuño
un gobierno quebrado, un presupuesto en déficit por más de mil millones,
un Banco Gubernamental que autorizó a tutulimindi a endeudarse más allá de la
capacidad de pago, además de embolsicarse y repartir más de diez mil millones
en “fondos ARRA” que ahora el genio saliente de Desarrollo Económico acepta que
se usaron mal, además de aceptar que sus estadísticas de empleo y desarrollo económico
eran falsas.
Ante
todo esto, Fortuño callado, disfrutando sus millones mal habidos, y a cada palo
que aguante su vela. La primeras
planas de los periódicos en estos días, que dramatizan el fraude que
personalmente representa Luis Fortuño, deben guardarse para el 2016, por si
algunos de estos tuzas delincuentes pretenden regresar a la vida pública.
El
autismo político de Luis Fortuño es explicable. Sabe que su margen prestatario de embustes está agotado, y
que él representa, personalmente, un bochornoso borrón moral en nuestra
historia. Creyó que era más listo,
más jaiba, que el pueblo sencillo al que desprecia. Pero el pueblo le salió boxeador, como se dice en la
calle. Para nada le valió el
soborno a los pastores pentecostales, ni sus ataques a la Iglesia Católica. Lo que los franceses llaman el “bon
sens” del pueblo, y aquí lo llamamos el sentido común, le explotó en la cara,
con 237,855 votos, cuando había ganado en el 2008 por 224,894. El pueblo no sólo le retiró esos 224,894
votos, sino que le añadió 12,971 a su repudio. Eso no tiene precedentes en nuestra historia. Esa derrota fue enteramente merecida, a pesar de los millones
gastados en embustes publicitarios.
¡Menos
mal, salimos de este paquete para siempre!
El caso
de Jorge Santini es diferente, porque se trata de un caso mental. Un caso que los sicólogos denominan
“arrested growth”, es decir, que en su desarrollo personal se detuvo en una
etapa de la temprana adolescencia, cuando la fantasía y los delirios de
grandeza impiden la conducta racional, y se quedan en el “tantrum” o rabieta
prepotente impulsiva, y no pueden enfrentar o internalizar lo que llamaba Freud
“el principio de realidad”. Por
eso anda desaparecido: no puede
enfrentar la realidad externa, de su propia creación, ni su propia realidad.
Pero
Santini, en esta implosión de su fanfarronería, no es Santini exclusivamente. Es muchos otros que lo rodeaban. Es Lourdes Rovira, por ejemplo,
veterana de la corrupción en la
Autoridad de loa Puertos bajo Hermán Sulsona. Es la misma Rovira que junto a Marcos Rodríguez Pujada liquidó
como “pescao abombao” los CDT’s y los hospitales públicos para entregarle los
millones públicos a las aseguradoras de Pedro Rosselló.
Finalmente,
Santini no es Santini exclusivamente.
Es “El Nuevo Día”, que lo cargó, lo defendió, lo protegió a tal punto que
no publicaba los números de las encuestas sobre él porque lo declaraba
invencible sin serlo, por doce años.
¿A cambio de qué? De dinero
publicitario. Por eso al Nuevo Día
también le recuerdo hoy ---
molestando su silencio --- el dicho de John F. Kennedy: “la victoria tiene muchos padres, la
derrota es huérfana”.
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