Un día
de verano de 1961, regresando yo de un año de sabática universitaria en la
Escuela de Economía de Londres, recibí una invitación de Don Luis Muñoz Marín
para una reunión en Trujillo Alto, cuyo asunto principal era una propuesta de
Don Jaime Benítez para establecer una segunda Escuela de Medicina en Ponce.
Mientras
entraba por el portón de la residencia de Don Luis, observé una serie de
líderes legislativos populares marchar portón afuera, cabizbajos, preocupados,
impactados claramente por lo que había transcurrido en la reunión con Muñoz
recién concluida. ¿Y qué es lo que
había transcurrido allí adentro?
Sencillamente que Muñoz dictaminó en términos tajantes que ese liderato
legislativo tenía que cortar, prescindir de los empleados fantasmas,
familiares, amantes, comisarios políticos, cuyos costos eran millonarios. Pude observar los rostros cenizos de
Ernesto Ramos Antonini, Ildefonso Solá Morales, Cruz Ortiz Stella y otros
prominentes líderes legislativos tras su capitulación ante los planteos
políticos y morales de Don Luis.
Antes
de este dramático evento, Don Luis --- viejo periodista --- sembró sus
preocupaciones sobre el tema a través de su mensajero favorito, el periodista
Alex W. Maldonado, de tal manera que para el momento de la reunión se había
creado en la opinión pública tal
presión sobre aquellas prácticas que el planteo moral y político de Muñoz no
podía rechazarse con buenas razones.
Porque aquella tarde aquel liderato popular era la parte acusada con muy
pocas opciones de resistencia.
Muñoz decidió entonces cortar de raíz una tendencia aún incipiente, tan
pronto le dio la peste de la corrupción.
La cirugía que entonces le impuso al presupuesto legislativo duró hasta
que Pedro Rosselló y Luis Fortuño constituyeron la corrupción en política
pública en las Tres Ramas de Gobierno.
Aquella
noche Muñoz y yo, a insistencia suya, hablamos hasta las dos de la madrugada y
tomamos cantidades navegables de vino tinto, hasta que Doña Inés más o menos
nos botó del rancho, y nos mandó a dormir.
Esta
recuerdo me conmueve, por su sencillez y por su significación. Porque vivimos el momento en que un
nuevo líder del Partido Popular y del País tiene que enfrentarse a las gollerías
de algunos de los legisladores de su partido, que le ofrecieron al pueblo una
reforma legislativa y ahora no quieren cumplirla.
No
puede decirse que el liderato de Alejandro García Padilla esté en entredicho
ya, porque su actitud es consistente y firme con respecto a hacer cumplir los
compromisos contraídos con el pueblo.
Pero el saboteo es a veces más efectivo que las posiciones claras y
verticales. Si los legisladores
populares se salen con la suya, se trataría de la política como de
costumbre. Pero si Alejandro García
Padilla permite esa jaibería, adiós liderato efectivo para ahora y el futuro. Porque en el sistema democrático si los
líderes no liderean, el pueblo se desmoraliza y se entrega a las pequeñas
ofertas y a los colorines de la publicidad.
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