Desde
el siglo IV hasta la década que vivimos en Europa y América --- sobre todo América
del Norte --- la teoría política se ha centrado en las relaciones de poder económico
de las clases sociales.
En la
antigüedad griega Aristóteles, el más grande científico político de la historia
occidental, sentó las bases de toda futura ciencia política, en tres obras: (1)
el estudio de 260 constituciones previas a su obra; (2) la Constitución de
Atenas, y (3) La Política. Su análisis
postulaba tres clases: los pocos
ricos, los muchos pobres, y los medianos, lo que hoy llamamos clase media. Según él, el genio político práctico consistía
en hacer el poder colectivo girar sobre la clase media como espina dorsal del
gobierno y la sociedad. Esta clase
es menos numerosa que la de los muchos pobres, pero más numerosa que los pocos
ricos. Es, por tanto, el balance
contra la opresión de los pocos ricos y la demagogia populista de los muchos
pobres. Toda la ciencia política
posterior ha girado sobre esas sencillas verdades fundamentales.
Si uno
se pregunta por la clave de lo que está pasando en Europa, de Grecia a Irlanda,
y de Inglaterra a Italia, España y Portugal, tanto como lo que ocurre en los
Estados Unidos, el análisis tiene que pasar por la obra de Max Weber en la
Alemania de principios del siglo pasado, hasta las obras de John Kenneth
Gailbraith hace apenas dos décadas.
Su última, relevante a este análisis se tituló “The Public Purpose”,
basada en la premisa de que el estado tiene una función y un propósito con relación
al pueblo que lo establece.
En términos
económicos, de política pública sobre la economía, ¿qué es lo que ha pasado en
Europa y los Estados Unidos, que ahora revienta como crisis fiscal y conduce a políticas
asfixiantes para la clase media y la clase pobre, desde Atenas hasta
Washington, pasando por Londres, Paris y Madrid?
Lo que
ha ocurrido es muy claro, y muy grave:
los pocos ricos --- los bancos, la industria y el comercio --- han
succionado la riqueza social, el trabajo de los pobres y de la clase media
profesional y técnica, lo ha acumulado arriba de la pirámide, han jugado y
especulado con esa riqueza, a costa de salarios miserables para los del medio y
los de abajo, y los gobiernos democráticos tuvieron que asumir la
responsabilidad de la justicia social porque los ricos --- los que Roosevelt
llamó “malhechores del gran capital” se han negado --- de Atenas a San Juan ---
a cumplir con su deber contributivo para sostener las obligaciones morales del
estado democrático para con los pobres, los trabajadores y la clase media
depauperada por sus obligaciones contributivas a falta de la responsabilidad de
los ricos. Ese proceso --- gasto
abajo y egoísmo arriba --- explica la crisis fiscal de todos estos países.
¿Qué solución
proponen los oligarcas de Europa y los republicanos de los Estados Unidos, y
sus patéticos imitadores en Puerto Rico, los Fortuño y los Pierluisi? Proponen y ejecutan la barbaridad de
despedir a los medianos y a los pobres de sus modestos empleos y revocar
derechos adquiridos de los trabajadores, estudiantes y personas que necesitan del estado para
comer y conservar su precaria salud.
De ese
tamaño es el crimen moral de estos nuevos colmillús, que al ser vomitados por
el pueblo, primero conceden, y después, enterados de lo que les ha pasado,
sueñan con recuentos que los devuelva a la jauja del “robo legal” que han
perpetrado durante estos cuatro años.
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