El fenómeno,
la actitud, abunda y es como “natural” en la supuesta clase alta, que lo es sólo
en el sentido económico. Es una
clase inculta, finoda más que fina, que apenas se plantea el racismo como
problema, y menos mirando hacia dentro de sí misma.
La
clase media, que es más educada, representa, profesional y técnicamente hablando la igualdad
en todos los renglones de la vida social.
Para los pobres, el racismo es un tópico, una cháchara más en la cultura
del relajo y la guasa. Sufren el racismo de las Cucusas y la Heidi Wys de la vida sin
percatarse siquiera.
La
clase supuestamente alta no se hace la pregunta que Fortunato Vizcarrondo dejó
como encargo: “y tu abuela,
¿dónde está?”
La
clase media, que es una clase combatiente, por espacio, movilidad y
protagonismo socio-económico, guarda bien la ropa del racismo. Pero tan pronto se ve retada en su
comodidad política --- especialmente cuando junta su ignorancia con el poder o
apariencia de poder --- se va en brote racista como defensa ante amenazas de
perder sus posiciones y sinecuras.
Ese es
el caso de lo que se respira en la Cámara de Representantes bajo la dirección
de Jennifer González --- que no sabe ni dirigirse ella misma, y mucho menos al
Club de Mujeres Incívicas que ha reunido para protegerla.
Ese
Club es un “Comité de Odio”, como el que existía en Fortaleza bajo Carlos
Romero Barceló. Las líderes de
este comité de odio son Cucusa Hernández y Heidi Wys. La primera actúa como perra de presa, para insultar a todo
el que dude de la excelencia del PNP, Fortuño y Jennifer. Hace unos días la escuché por radio diciéndole
“criminal” al arzobispo Torres Gonzáles, y a la poeta Elsa Tió, por apreciar el
buen sentido puertorriqueñista del primero, en la honrosa tradición del Obispo
Arizmendi. La otra ha debutado en
la palestra pública como adalid del racismo, insultando al Presidente Obama y
su señora con el mejor producto de su odio racial. El caso prueba que no se puede confundir el exceso de
protoplasma con la suficiencia de neuronas.
Ya doña
Cucusa había estrenado el tema, debutando como racista contra el distinguido
abogado y candidato a Comisionado Residente por el PPD --- Rafael Cox Alomar
--- al ensayar una “gracia” analógica con el personaje de Yuyo. Las dos damas incívicas respiran frustración,
resentimiento, complejos defensivos que nacen de la mala conciencia de que el País
conoce sus valores y los repudia, como damas “torcidas”, en el léxico de Tomás
Rivera Schatz.
Ahora
bien, estas dos practicantes de la guerra sucia no se explican por sí
mismas. Se explican porque
Jenniffer González las protege. Esta
señora “Speaker” se niega a tomar acción contra sus protegidas mediante contratos
que le apean al País más de $600,000 dólares por cuatrienio, porque diz que
esas son conductas “personales”.
Lo mismo ha pretendido cuando empleadas suyas han violado la ley
electoral cometiendo fraude en las primarias de Guaynabo. Ese es un código de ética privado, cómodo,
amoral, porque en base a esa torpe excusa, mañana un empleado
suyo pudiera cometer un asesinato y la speaker orondamente reclamar que es un
asunto privado entre el asesino y la victima. Oh, boy! como hubiese dicho un buen hidalgo español.
La ética,
la moral, la ley, son especies en peligro de extinción en el Cuarto Reich de
Fortuño, Rivera Schatz y Jennifer González.
La explosión
del racismo en la Cámara --- dos episodios en cuestión de días --- hace
recordar la filosofía blancucina del Ku Klux Klan que Estados Unidos ha dejado
atrás. Hay bolsillos de racismo en Puerto Rico que hay que limpiar aún. Mientras la Cucusa y la Wys ostenten
funciones públicas, pagadas por el pueblo, insultan al pueblo y pintan a cuerpo
entero al gobierno que las protege.
Distinguido profesor, creo que el que salga a la luz toda la podredumbre, ayuda a reconocerla. Esto, viendolo desde un punto positivo. No cree?
ResponderEliminarY que se puede esperar de JGO una tipa que le hizo un homenaje al terrorista Julito Labatut. . .
ResponderEliminarMi distinguido profesor, usted tiene toda la razón en lo que dice, pero es que la culpa no solamente es de la porquería de políticos ni sus asesores, es del pueblo, la gente de este bendito país que votan por fanatismo. No analizan a cada uno de los candidatos en sus ejecutorias políticas, personales y civiles, y no los analizan porque lamentablemente nuestro pueblo no esta adecuadamente educado. La educación que nuestro pueblo recibe es de mala calidad. No los enseñan a pensar ni a analizar, solamente a creer y a repetir lo que les dicen. A través de una mala educación nuestro pueblo está condenado a no progresar, a no revelarse, a destruir su cultura y su identidad. "Un pueblo educado es un pueblo revelado".
ResponderEliminarMUY DE ACUERDO
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