Esos
republicanos de allá, y los de aquí como muñecos ventrílocuos, responden a las
corporaciones de seguros, los emporios hospitalarios, y el dinero electoral con
que sobornan y son sobornados.
Pero se le trancó el dominó ayer en el Tribunal Supremo. La conciencia individual del Juez
Presidente Roberts se impuso a la mentalidad de rebaño en la que lo colocaban
Romney y la totalidad republicana del Congreso y del Partido. Fíjese el lector en la lógica y en la ética
de la decisión del Juez Roberts. Colega ideológico de la mayoría republicana,
amigo entrañable de los cinco republicanos, pero al momento de actuar como
juez, más amigo de su conciencia.
Que un
juez aplique lo que piensa que dice, permitiendo o prohibiendo, la Constitución,
es la cosa más natural del mundo desde que en el 1801, el Juez John Marshall
declaró inconstitucional una Acta del Congreso. La lucha partidista ocurre en todo lo ancho y lo largo de la
sociedad, pero cuando el Supremo Federal acepta un caso, estudia, delibera y
decide, en esa orilla termina la politiquería y empieza el derecho. Así es allá, amigos PNP’s que aspiran a
ser americanos.
Su
conducta aquí, sin amargo no los cualifica para ser jueces “supremos”. Son un abyecto comité partidista que
Fortuño colocó allí para que le sirvan de fotutos, con toga y todo.
¡Porque
la mona --- los monos y las monas de lo que una vez fue nuestro prestigioso Tribunal
Supremo --- aunque se vistan de seda, monos se quedan!
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