jueves, 14 de junio de 2012

Un Voto Masivo Para la Autonomía

Autonomía como principio político arranca de dos raíces griegas:  auto, que quiere decir uno mismo, y nomos, que significa ley o norma.  Por tanto, la autonomía es la facultad de un pueblo para darse normas y leyes a sí mismo, compatibles con las limitaciones inherentes a una relación voluntaria con otro pueblo.

La historia política de Puerto Rico es una larga peripecia en busca de mayores poderes autonómicos, por lo menos desde Don Román Baldorioty de Castro en 1887 hasta nuestros días.  A lo largo de todo ese trayecto, las fuerzas asimilistas, entreguistas, han girado contra el centro político --- la aritmética de la mayoría democrática --- aliadas a los separatistas de ayer e independentistas o soberanistas de hoy.

Contra esas dos franjas de entrega o de separación, este pueblo y su liderato más ilustrado han obtenido y conservado una masiva mayoría de pueblo que lucha --- en la pendiente, como decía Luis Muñoz Rivera, o jalda arriba, como decía Muñoz Marín, por adelantar  --- internamente --- la causa de la justicia social, y --- externamente --- la causa de los derechos para ensanchar las márgenes del gobierno propio. 

Bajo ese programa político histórico, Muñoz Rivera obtuvo el régimen autonómico de 1896 y Muñoz Marín la autonomía política y fiscal del ELA en 1952.

Ninguna independentista, y ningún estadista, le han añadido un centímetro tan siquiera a los poderes reales del País para gobernarse a sí mismo.  El desarrollo, el crecimiento económico, social y político, ha sido obra de los autonomistas, lideres y pueblo, de 1887 al 2012.

Más que una tesis política, el autonomismo que encarna el ELA representa una gesta histórica de dilatación vital que hay que defender en sus logros, corregir sus defectos y protegerlo del entreguismo por un lado, y del rompimiento por el otro.  Esos dos extremos de irrelevancia se juntan hoy ---  Luis Fortuño y Rubén Berríos --- para denostar, insultar una obra autonómica histórica a la cual no han aportado nada, sino epítetos irrelevantes, producto de su frustración.

Ante ese cuadro, urge un respaldo masivo a la autonomía en la consulta de noviembre: un sí rotundo a la pregunta si se quiere conservar el ELA.  Porque no se puede desarrollar lo que se rechaza, como parecen pensar algunos ilusos de la soberanía solapadamente independentista.

Dondequiera que figure el ELA --- descrito tramposamente por sus enemigos como “colonial” y “territorial”--- hay que defenderlo como condición de adelantarlo.

Los que tengan problemas de conciencia con lo anterior, derecho tienen a ejercerla.  A lo que no tienen derecho es a representar un partido o status en el que dejaron ya de creer.

En su día, Don Francisco M. Susoni, Don Rafael Arjona Siaca y Don Vicente Géigel Polanco ejercitaron esa opción y se acogieron al desierto político y al olvido de la historia.

Yo, por mi cuenta, como autonomista no afiliado, votaré sí en la primera papeleta de noviembre, no sólo para quitarle la máscara tramposa a Luis Fortuño, sino para conservar y desarrollar el ELA, por encima de los motes y malos nombres que la mala leche de Fortuño quiera endilgarle.

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