La
década que va desde 1945 hasta 1955 vio la articulación de un importante manojo
de instituciones políticas y jurídicas que le impusieron un orden – y que más
que un orden una esperanza --- a las naciones y las comunidades que
sobrevivieron o fueron creadas por la reacción civilizada a la barbarie nazi y
japonesa.
La
Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
la Corte Internacional de la Haya, como celadora de la conciencia humana contra
el genocidio, fueron algunas de las instituciones de timbre moral a cargo de
evitar, limitar o castigar el exterminio de gentes, razas o grupos humanos
desventajados desde el punto de vista del poder.
Bajo la
administración de Bill Clinton vimos cómo entre Estados Unidos y la Naciones
Unidas --- principalmente la Alianza del Atlántico Norte (NATO) --- impusieron el orden y los castigos a los
genocidas de Serbia.
Luego,
en Libia se actúo de manera idéntica, hasta derrotar al perro rabioso de
Kadafi. La pregunta es, ¿qué ha
pasado en Siria? ¿Se le ha perdido
la conciencia a Occidente? ¿O es que cuando el genocida --- Bashar Al-Assad ---
es poderoso, bien armado, y protegido por Rusia y China, que le suplen armas al
matarife de Damasco, se le va el valor a los pies, o a los bolsillos, a Occidente?
NATO y
los Estados Unidos pueden, en un fin de semana, demoler el poder de
Al-Assad. Pero la primera esta
sumida en una crisis económica y le sobran problemas como para pensar con
seriedad moral sobre Siria. Y los
Estados Unidos están envueltos en una campaña electoral, a dos meses plazo, que
le ata las manos al Presidente Obama. ¡Después del 6 de noviembre veremos! Porque entonces se llevarán a cabo los planes que hoy se
cocinan en secreto, en el único escenario decente que puede predecirse.
¡Si
para entonces quedan sirios vivos! ¡Qué espectáculo de inconciencia moral! ¡Andamos por las cavernas!
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