Por allá
por los años 60 del pasado siglo la compañía Ford anunció a los cuatro vientos
un nuevo y rutilante automóvil --- el Edsel --- que acabaría para siempre con
la competencia.
¿No les
recuerda al Luis Fortuño del 2008?
Pues el auto se produjo, se vendió bien, y al poco tiempo sus
compradores --- como los ingenuos electores de Puerto Rico --- tuvieron que
concluir que se trataba de un “limón”, en el argot de los vendedores y compradores
de autos. El “Edsel” de la Ford
resultó todo capota brillante de lata y cromio, pero el motor se calentaba y rompía
el bloque, la transmisión se trancaba, los frenos no frenaban, sólo le quedaba
el brillo artificial de la apariencia. ¡Igualito que Fortuño a la altura del 2012!
La prueba
ácida se dio el martes pasado “delante de la gente”, como decimos en el
campo. Enfrentado a preguntas
serias y reales, el hombre se desmoronó, pues los anuncios mendaces del 2008 no
le sirvieron para explicar las realidades del 2012, producto de su
incompetencia y superficialidad.
El País lo observó a cuerpo entero y a colores. Un gobernador achongado, repitiendo frasecitas
amaneradas, sin nada en la bola.
La prueba de ello se ofreció a raíz del debate y al amanecer del
miércoles. Los edecanes directores
de su campaña acudieron a la lloronería, inconsolables: ¡Hay, le dieron, los otros cinco,
demasiado duro! ¡Enójese, señor
gobernador, lloriquee de que le ofendieron! Y ahora piden una revancha, pero con Alejandro solo. ¿Y los otros cuatro, no los creó él ---
bajándole cínicamente el por ciento de firmas para quedar inscritos, para
dividir el voto de la oposición?
Fíjese
el lector en la excusa que ofrecen sus mucamos políticos, tales como Mefisto Rodríguez
Pujada y Ángel Cintrón, los arquitectos del desastre. ¡Alejandro insultó a Fortuño! No lo insultó, lo describió. Y luego dice Fortuño que el llamó cobarde en el 2008 a Aníbal
Acevedo Vilá porque “se metió con su mujer”. ¿Cómo? Denunciar el racket familiar con las escrituras en
los bancos que precisamente produjeron la Ley 7 y los despidos --- Richard Carrión
y el Banco Popular---, como una cuestión de principio, de enriquecimiento ilícito
de la Primera Familia, ¿es un insulto?
No, es una descripción de conducta impropia, de conflicto de intereses. ¿Por esa denuncia correcta y real, había
que llamarle cobarde? Pero ahora,
sobre una actuación inhumana contra un discapacitado, frente a él, gritar
“foul” es muy conveniente y ciertamente muy cobarde moralmente, como le dijo
Alejandro.
¿Es rehabilitable Luis Fortuño? No, tendría que “nacer de nuevo del
agua y del espíritu” como decía San Pablo.
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