Es de
suponer, si la democracia como sistema de gobierno vale para algo, que el
ciudadano promedio ejercita en el momento del voto las dos funciones que mejor
le sirven a su inteligencia cívica:
la memoria y la razón. Allá
--- en los Estados Unidos --- y acá
en el Puerto Rico que queremos, están claras las alternativas sobre las cuales
ejercitar esa memoria y esa razón, al servicio de los anhelos del corazón.
Allá,
en Tampa, la semana pasada el Partido Republicano de Romney y Fortuño,
enarbolaron una vez más la bandera del capital, de los bancos, de los seguros y
las aseguradoras de salud como los salvavidas del sueño americano. Eso se llama desde los tiempos de
Atenas la oligarquía, que siempre ha reclamado representar a “los pocos, los
ricos y los sabios”, en la famosa frase de Alexander Hamilton en los primeros
años de la republica norteamericana.
Abreviado, todo eso se llama Wall Street --- el centro de especulación económica
más grande y rico del universo.
Allá
mismo --- en Charlotte, Carolina del Norte, el Partido Demócrata de Obama y Ted
Kennedy --- en otro tiempo de Franklin D. Roosevelt, Harry Truman o Luis Muñoz
Marín --- está celebrando su Convención.
El contraste no ha podido ser mayor --- el partido de la oligarquía
frente al partido de la democracia.
Los pocos contra los muchos.
¿Y quiénes son los pocos y los muchos? Regresemos a la Atenas de Aristóteles.
Toda
sociedad se divide en tres clases, los pocos ricos, que se definen por la
propiedad, los muchos, que se definen por su pobreza y su sentido de libertad,
rodeando ambas clases la clase
media. Esta es más numerosa que los pocos ricos, y más pequeña que los muchos
pobres. Su riqueza, unida a la de
los pobres, puede enfrentarse a los vampiros de la oligarquía, siendo más
numerosa que ella. ¿ Cuál es el gobierno
ideal entonces, en la práctica, no en términos de idealismos quiméricos? Es el gobierno de la clase media, que
mantiene a raya a los extremos.
Ese es el gobierno verdaderamente constitucional en el sentido social
--- que él llamo “politeia”, es decir, el gobierno político por excelencia.
Ese ha
sido el ideario, y el programa de todos los grandes líderes de la democracia
norteamericana: Jackson, los dos
Roosevelts, Harry Truman y Barack Obama, como de los puertorriqueños que
honraron esos principios, Muñoz Rivera, Muñoz Marín, Roberto Sánchez y Luis A.
Ferré. Esa democracia
norteamericana y puertorriqueña se enfrenta en noviembre 6 a sus enemigos
naturales, de dentro y de afuera --- a la oligarquía republicana del capital
--- Mit Romney --- y a su patética imitación boricua de Luis Fortuño.
El
pueblo no aspira a oprimir y explotar, sino a la justicia frente a la voracidad
insaciable de los ricos oligarcas.
Pero a veces yerra, y se deja embaucar por los listos, los jaibas, los
tunantes, como Luis Fortuño y Mit Romney: ¿Remedio contra ese
engaño? Doble: la buena memoria y la razón alerta e
informada.
Porque
no puede ser --- más de una vez, no debe ser --- que el pueblo vote por sus enemigos
jurados: Mit Romney y el GOP y
Luis Fortuño y el PNP.
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