Si un
estudiante de segundo año de colegio pregunta qué es la política, de qué trata,
para qué sirve --- o un ciudadano alerta y pensante plantea el asunto como
preocupación esencial de su cotidianeidad --- la respuesta tolera muchas
explicaciones, pero todas a partir de un significado medular sobre la
actividad, el proceso, y los fines de la política. Y ese significado es el siguiente: la política es aquella actividad y proceso mediante los
cuales la comunidad política --- Atenas, por ejemplo, o Puerto Rico ---, decide
quién va a gobernarla, cómo, hacia cuáles fines, de tal manera que se realice
el Bien Común.
Desde Aristóteles
de Estagira, Siglo IV A.C., hasta
John Dewey en Estados Unidos --- siglos 19 y 20 --- la reflexión filosófica
y teórica sobre la política gira en torno a “la vida pública”, a diferencia de
la vida privada de las personas y sus derechos de expresión y acción que le dan
rumbo y legitimidad a las acciones del estado como gobierno.
La
sociedad se organiza políticamente como estado, y el estado --- el democrático,
por lo menos --- organiza un gobierno mediante una Constitución bajo la cual se
establecen y se quitan gobiernos
por voluntad electoral del pueblo.
Mientras
tanto, entre elecciones, el gobierno tiene la responsabilidad indelegable de
responder a las necesidades y problemas del pueblo con los recursos del pueblo
mismo, para asegurarle tanto bienestar como sea posible con los recursos ---
contribuciones y arbitrios que el pueblo paga.
Lo
anterior constituye una respuesta inevitable, la única posible, a la pregunta
inicial del estudiante al principio de este escrito.
Lo que
está ocurriendo en Puerto Rico, donde un gobernador ha declarado como meta el desmantelamiento de todas las
instituciones del gobierno para entregárselas a precio de pescado abombao a los
intereses privados --- si ganan, ganan ellos, si pierden paga el pueblo. Y si por el motivo de lucro que
los rige ofrecieran malos servicios, no hay gobierno --- el gobierno del
pueblo, recuerden --- ante quien reclamar los servicios por los que se paga. Esta teoría de gobierno, o de desgobierno, no tiene razón de ser ni precedente
en la historia de la democracia.
Se trata,
en el Puerto Rico del 2012, del acto de irresponsabilidad y de traición más cínico
y perverso de nuestra historia, confesado como programa político en Tampa y en
San Juan.
Puerto
Rico salió de esa teoría republicana, coalicionista, de colmillús, de las
haciendas de café y tabaco y del negocio de importaciones, en 1940. Ahora, por engaño, nos quieren lanzar
72 años atrás, cuando Luis Fortuño solicitó dirigir el gobierno, y ahora
sabemos por su boca de comer que era para destruirlo, mientras su familia y sus
amigotes se hacen multimillonarios.
Solicitar
del pueblo otra vez que le reelija para continuar su obra destructiva de todo
--- como los huracanes que no discriminan --- requiere un cuajo que le da
cuatro vueltas al País.
De
hecho, ahora promete destruir el Centro Médico. Ya destruyó la Universidad, enviando allí a realizar su
nefasta obra a su colección de mediocridades incultas, sin la más mínima noción
de lo que es una Universidad, y lo que fue la nuestra un día, de 1942 a
1971. Si la U.P.R. fue el barco
bandera de la transformación de Puerto Rico de 1941 al 2008, el Centro Médico
ha constituido, y es, el seguro de salud más esencial y prestigioso de toda América
Latina. ¡Pero hay que destruirlo, venderlo,
para él manejar el dinero para financiar sus embustes!
De eso
es que tratan las elecciones de noviembre 6. O recibe una
patente de corso para seguir destruyendo al País o el pueblo le dice: ¡Basta ya!
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