Como le
gusta repetir a Luis Fortuño, sin razón ni lógica: “Al final del día …” cuál es el balance de su triste ejecutoria como jefe de gobierno.
Prestemos
atención a ese concepto de “jefe de gobierno” porque encierra la síntesis de su
incompetencia y desconocimiento de la función de un primer mandatario
ejecutivo. A la luz de ese
compromiso, ¿cuál es el balance a 26 días de las elecciones?
Si Luis
Fortuño hubiera tenido ocasión moral de servirle al pueblo en sus múltiples
penurias --- en un País inmensamente pobre, con una cúpula de ricos
insaciables, que son la clientela de Fortuño --- no debió tener dificultad
alguna con personas, aún de su propio partido, que ya habían recorrido ese
camino. Pero sobre todo debió haberse
informado sobre qué es eso de un “jefe de la Rama Ejecutiva”, y líder de la
Rama Legislativa, siendo presidente del partido mayoritario.
En
Puerto Rico con sólo un documento clásico bastaría para enterarse de esa función. Lo escribió Don Roberto Sánchez Vilella
al comienzo de su administración como gobernador, con la experiencia de 16 años
de labor eficiente y productiva como el administrador por excelencia al lado de
Don Luis Muñoz Marín, titulado sencillamente así: Función y Acción de la
Rama Ejecutiva, en el que esboza directa y sencillamente la teoría y la práctica
de una administración democrática.
La Rama Ejecutiva la concibió como brazo del pueblo para que se le sirva
racionalmente, objetivamente, sin acepción de personas o partidos, si es que
los recursos del pueblo --- su tesoro--- que administran las agencias y
departamentos han de utilizarse con una pulcritud ética obsesiva, si se quiere,
--- como en efecto los utilizó Don Roberto Sánchez Vilella.
Si uno
quiere poner en pantalla o video el contraste entre un gobernador responsable,
efectivo, con dedicación implacable al Bien Común, como lo fue Don Roberto, con
el espectáculo de reguero de Dios Padre de la administración de Luis Fortuño,
se trata de la diferencia entre un profesional completo y un diletante. En el fortuñismo el único principio que
rige desde Fortaleza y a través de toda la enredadera ejecutiva es harto
evidente, uniforme y transparente:
beneficios a los de la casa, su partido, a su familia, y perseguir a los
demás, porque el universo como pensaron los antiguos egipcios se componía de sólo
dos clases, “nosotros y los otros”.
A cada
desastre departamental o de agencia, Fortuño meramente nombra a otro, no
explica nada, y asume la corrupción como suya. Es irresponsable porque no responde, no explica, no educa
--- sencillamente le salió mal y pone a otro, igual o peor, como ha sucedido en
Educación, Salud, Puertos, Energía Eléctrica, Planificación, la Universidad,
entre otras instituciones destrozadas.
El anuncio mendaz, la mentira patológica que es su marca de fábrica, una
campaña de trivialidades, de pura titerería publicitaria, porque nunca tuvo ni
tiene programa ni equipo de gobierno.
Fortuño
no explica porque no puede explicar.
Nunca tuvo un programa de gobierno que no fuera transferir la riqueza de
los pobres y medianos a los ricos.
En el proceso auspiciar la corrupción más salvaje que jamás ha visto el País. A eso se refiere cuando en su principal
anuncio de campaña promete “seguir avanzando”. ¿Avanzando a destruir lo que queda? A la luz de estos hechos, Pedro
Rosselló fue un querube en el altar de Wanda Rolex.
Para el
nuevo cuatrienio, Fortuño no tiene nada en la bola ni la apariencia tan
siquiera de una cosa nueva, porque la corrupción es más vieja que el viento. Él meramente la ha elevado a filosofía
de gobierno.
Sobre Fortuño puede decirse lo que se dijo de
la Segunda Parte, apócrifa, de El Quijote: “Segundas Partes nunca fueron buenas”.
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