jueves, 11 de octubre de 2012

Al Final del Día Ajuste de Cuentas


Como le gusta repetir a Luis Fortuño, sin razón ni lógica:  “Al final del día …” cuál es el  balance de su triste ejecutoria como jefe de gobierno.

Prestemos atención a ese concepto de “jefe de gobierno” porque encierra la síntesis de su incompetencia y desconocimiento de la función de un primer mandatario ejecutivo.  A la luz de ese compromiso, ¿cuál es el balance a 26 días de las elecciones?

Si Luis Fortuño hubiera tenido ocasión moral de servirle al pueblo en sus múltiples penurias --- en un País inmensamente pobre, con una cúpula de ricos insaciables, que son la clientela de Fortuño --- no debió tener dificultad alguna con personas, aún de su propio partido, que ya habían recorrido ese camino.  Pero sobre todo debió haberse informado sobre qué es eso de un “jefe de la Rama Ejecutiva”, y líder de la Rama Legislativa, siendo presidente del partido mayoritario.

En Puerto Rico con sólo un documento clásico bastaría para enterarse de esa función.  Lo escribió Don Roberto Sánchez Vilella al comienzo de su administración como gobernador, con la experiencia de 16 años de labor eficiente y productiva como el administrador por excelencia al lado de Don Luis Muñoz Marín, titulado sencillamente así:  Función y Acción de la Rama Ejecutiva, en el que esboza directa y sencillamente la teoría y la práctica de una administración democrática.  La Rama Ejecutiva la concibió como brazo del pueblo para que se le sirva racionalmente, objetivamente, sin acepción de personas o partidos, si es que los recursos del pueblo --- su tesoro--- que administran las agencias y departamentos han de utilizarse con una pulcritud ética obsesiva, si se quiere, --- como en efecto los utilizó Don Roberto Sánchez Vilella.

Si uno quiere poner en pantalla o video el contraste entre un gobernador responsable, efectivo, con dedicación implacable al Bien Común, como lo fue Don Roberto, con el espectáculo de reguero de Dios Padre de la administración de Luis Fortuño, se trata de la diferencia entre un profesional completo y un diletante.  En el fortuñismo el único principio que rige desde Fortaleza y a través de toda la enredadera ejecutiva es harto evidente, uniforme y transparente:  beneficios a los de la casa, su partido, a su familia, y perseguir a los demás, porque el universo como pensaron los antiguos egipcios se componía de sólo dos clases, “nosotros y los otros”.

A cada desastre departamental o de agencia, Fortuño meramente nombra a otro, no explica nada, y asume la corrupción como suya.  Es irresponsable porque no responde, no explica, no educa --- sencillamente le salió mal y pone a otro, igual o peor, como ha sucedido en Educación, Salud, Puertos, Energía Eléctrica, Planificación, la Universidad, entre otras instituciones destrozadas.  El anuncio mendaz, la mentira patológica que es su marca de fábrica, una campaña de trivialidades, de pura titerería publicitaria, porque nunca tuvo ni tiene programa ni equipo de gobierno.

Fortuño no explica porque no puede explicar.  Nunca tuvo un programa de gobierno que no fuera transferir la riqueza de los pobres y medianos a los ricos.  En el proceso auspiciar la corrupción más salvaje que jamás ha visto el País.  A eso se refiere cuando en su principal anuncio de campaña promete “seguir avanzando”.  ¿Avanzando a destruir lo que queda?  A la luz de estos hechos, Pedro Rosselló fue un querube en el altar de Wanda Rolex.

Para el nuevo cuatrienio, Fortuño no tiene nada en la bola ni la apariencia tan siquiera de una cosa nueva, porque la corrupción es más vieja que el viento.  Él meramente la ha elevado a filosofía de gobierno.

Sobre Fortuño puede decirse lo que se dijo de la Segunda Parte, apócrifa, de El Quijote:  “Segundas Partes nunca fueron buenas”.

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