En los días
más oscuros de los años 30, y mucho más durante el Romerato y el Rossellato,
que no reconocían fronteras contra su dominio ejecutivo y legislativo, el
pueblo podía confiar en el profesionalismo y la dignidad de los miembros del
poder judicial.
Don
Luis Muñoz Marín, confiado en su liderato, y en el reconocimiento del pueblo a
esa confianza, nombró jueces de todos los partidos e ideologías, tales como don
Jaime Sifre, estadista republicano, Rafael Hernández Matos, de igual
afiliación, al juez Pedro Pérez Pimentel, reconocido independentista, entre
otros de menos nombradía. Todos
incapaces de tomar órdenes de los politiqueros mediocres de ningún partido para
decidir.
En
menor grado, esta tradición la continuaron los gobernadores siguientes, hasta
que llegó Luis Fortuño a Fortaleza.
Con la consideración adicional de que en el pasado existían comisiones
mixtas de profesionales del derecho que servían de asesores, de filtro a la
consideración de los que se declaraban candidatos en todos los niveles de la
judicatura. Y no sólo comisiones
independientes, sino también el ilustre Colegio de Abogados, que por ley cernía
los candidatos y recomendaba al gobernador.
Luis
Fortuño ha hecho “tabula rasa” de toda esa aleccionante tradición, y sólo ha
nombrado al poder judicial gente débil, mediocre, activistas del PNP que
deshonran la toga y el derecho desde lo más bajo a lo más alto, el Tribunal
Supremo de Puerto Rico.
La
incultura política sobre principios y entendidos democráticos se da la mano con
la incultura jurídica de los nombrados, y el resultado es el caos moral en los
tribunales --- con las pocas excepciones que quedan de épocas pasadas --- y la indefensión
del ciudadano y de las instituciones que no profesan el credo PNP.
Las
Constituciones de los Estados Unidos y de Puerto Rico están diseñadas para
asegurar árbitros objetivos, competentes, para declarar el derecho en
conflictos civiles que se le requieren.
Pero cuando los jueces se declaran jubilosamente al servicio de quien
ganó las últimas elecciones, adiós justicia y adiós régimen de derecho.
Las
dictaduras ---duras o blandas --- productos de los golpes o de los votos, se
relacionan con la sociedad civil como tropas de ocupación que buscan eliminar
todos los bolsillos de oposición, esto es, “los que no votaron por mí” según ha
dicho Luis Fortuño.
En la
tarde de hoy hemos visto la expresión más obscena de esa actitud y de esa
mentalidad. Un juez superior, de
los de la casa, se revocó a sí mismo cuando le “jalaron” la toga y ha dictaminado
que el voto de los encamados no tiene que ser secreto ni libre de coacciones,
contrario a todos los otros votos del día de las elecciones. ¿Qué falta para el robo y el fraude
electoral masivo de Luis Fortuño y el PNP? ¿Que llegue el 6 de noviembre?
¡Comparado con Luis Fortuño, Hector O’Neill
es un niño de teta! Están jugando
con fuego, y no es meramente el fuego popular.
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