lunes, 8 de octubre de 2012

El Ocaso del Poder Judicial


En los días más oscuros de los años 30, y mucho más durante el Romerato y el Rossellato, que no reconocían fronteras contra su dominio ejecutivo y legislativo, el pueblo podía confiar en el profesionalismo y la dignidad de los miembros del poder judicial.

Don Luis Muñoz Marín, confiado en su liderato, y en el reconocimiento del pueblo a esa confianza, nombró jueces de todos los partidos e ideologías, tales como don Jaime Sifre, estadista republicano, Rafael Hernández Matos, de igual afiliación, al juez Pedro Pérez Pimentel, reconocido independentista, entre otros de menos nombradía.  Todos incapaces de tomar órdenes de los politiqueros mediocres de ningún partido para decidir.

En menor grado, esta tradición la continuaron los gobernadores siguientes, hasta que llegó Luis Fortuño a Fortaleza.  Con la consideración adicional de que en el pasado existían comisiones mixtas de profesionales del derecho que servían de asesores, de filtro a la consideración de los que se declaraban candidatos en todos los niveles de la judicatura.  Y no sólo comisiones independientes, sino también el ilustre Colegio de Abogados, que por ley cernía los candidatos y recomendaba al gobernador.

Luis Fortuño ha hecho “tabula rasa” de toda esa aleccionante tradición, y sólo ha nombrado al poder judicial gente débil, mediocre, activistas del PNP que deshonran la toga y el derecho desde lo más bajo a lo más alto, el Tribunal Supremo de Puerto Rico.

La incultura política sobre principios y entendidos democráticos se da la mano con la incultura jurídica de los nombrados, y el resultado es el caos moral en los tribunales --- con las pocas excepciones que quedan de épocas pasadas --- y la indefensión del ciudadano y de las instituciones que no profesan el credo PNP.

Las Constituciones de los Estados Unidos y de Puerto Rico están diseñadas para asegurar árbitros objetivos, competentes, para declarar el derecho en conflictos civiles que se le requieren.  Pero cuando los jueces se declaran jubilosamente al servicio de quien ganó las últimas elecciones, adiós justicia y adiós régimen de derecho.

Las dictaduras ---duras o blandas --- productos de los golpes o de los votos, se relacionan con la sociedad civil como tropas de ocupación que buscan eliminar todos los bolsillos de oposición, esto es, “los que no votaron por mí” según ha dicho Luis Fortuño.

En la tarde de hoy hemos visto la expresión más obscena de esa actitud y de esa mentalidad.  Un juez superior, de los de la casa, se revocó a sí mismo cuando le “jalaron” la toga y ha dictaminado que el voto de los encamados no tiene que ser secreto ni libre de coacciones, contrario a todos los otros votos del día de las elecciones.  ¿Qué falta para el robo y el fraude electoral masivo de Luis Fortuño y el PNP?  ¿Que llegue el 6 de noviembre?

¡Comparado con Luis Fortuño, Hector O’Neill es un niño de teta!  Están jugando con fuego, y no es meramente el fuego popular.

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