Si a
una persona de inteligencia normal, ordinaria, se le preguntara --- como se le
preguntará en el colegio electoral el próximo 6 de noviembre --- ¿por quién
votara usted, de manera que el gobierno que resulte de su voto le represente,
en sus aspiraciones y necesidades ante el Estado, el gobierno?
El
supuesto fundamental de la democracia, el entendido previo a todo acto
electoral, es que el gobierno responderá y servirá al Bien Común, esto es, a
las necesidades de todos, mediante los servicios que paga con sus
contribuciones. Si las
contribuciones que todo el pueblo paga son la fuente de la capacidad del
gobierno para ofrecer esos servicios, ¿por qué, a cuenta de que hay que
privatizar ese tesoro del pueblo, es decir, entregárselo a los intereses
particulares y restarle al gobierno mismo la capacidad para rendir esos
servicios? Se trata de una traición
al pueblo, con los votos y los
dineros del pueblo. Hacer eso,
como ha hecho Luis Fortuño, es cosa de farsantes.
Esa
disyuntiva, servir al pueblo con los votos y dineros del pueblo, o entregarle
el tesoro de ese pueblo a los amigotes, a su propia familia, y a los
aventureros privados que no aventuran su capital, sino las contribuciones
pagadas por el pueblo, y tapar esa flagrante traición con mentiras, cada día
más grandes y más obvias, esa disyuntiva, digo, es la que se le presentará a
cada votante en la leyenda escrita de cada papeleta electoral el próximo 6 de
noviembre.
Luis
Fortuño prometió en el 2008 mejorar las condiciones de vida del pueblo
puertorriqueño. ¿Las ha
mejorado? En empleos, en
educación, en seguridad, en salud, en la administración de la justicia, en la
Universidad, en las vastas mayorías de las comunidades pobres, en el agua, la
luz, en el trato de las agencias con los ciudadanos, ¿cumplió?
Saque los embustes de su propia boca a un lado, y lo que queda es un
cuadro de robos, fraudes, engatusamientos, como si el pueblo fuese tonto,
torpe, olvidadizo, y se mamara el dedo.
Fortuño
ha gobernado para sus amigotes, para su familia, para la ideología republicana
retrógrada de allá y de acá. Y
ahora pretende, como pretende Romney en los Estados Unidos, que el pueblo vote
por sus enemigos. Si eso hace, adiós
pueblo de Puerto Rico. ¡Sarna con
gusto no pica!
Pero si hay pueblo, mandará a Fortuño y a su
ganga de ladrones a donde merecen, al desprecio y al olvido, y quizás a las cárceles.
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