miércoles, 10 de octubre de 2012

El Cristianismo Oficial del PNP


Antes de que llegue el lunes, como diría la exquisita crítica social Mayra Montero, y antes de que Carlos Romero y su sin igual Melinda, más el arrimo teológico de Albita Rivera disuelvan la Iglesia Católica en Puerto Rico, después de cinco siglos y cuarto de gestión religiosa y cultural --- lo que siempre ha incluido una dimensión social y política, porque ahí es que habitan los cristianos reales o potenciales --- debo abordar esta nueva teología PNP en sus supuestos y consecuencias.

La realidad histórica e institucional de la Iglesia Católica tiene dos dimensiones.  La primera es la teológica doctrinal, sobre la naturaleza y las causas de las cosas, en base al universo, la sociedad y la trascendencia.  Con esa dimensión de fe y de dogma yo no me meto porque considero toda religión como un patético infantilismo de la mente humana, la misma gente que ha producido maravillas en la ciencia experimental, las artes y la civilización política, y en la explosión tecnológica de nuestro tiempo, con productos más misteriosos para el hombre ordinario que la misma Santísima Trinidad.  En esa dimensión se trata de necesidades sicológicas de los creyentes, y es cuestión de temperamentos y estilos.  “De gustibus non est disputandum”, como decían los latinos de antaño.  De gustos no se discute, punto.

Ahora bien, las iglesias --- la Católica y las otras, que son más epidémicas que los mosquitos del dengue --- tienen una proyección social, viven y se alimentan de la sociedad, y a veces realizan para ella funciones positivas de tipo económico y cultural.  Están constituidas por ciudadanos que piensan, actúan, valoran y acuerdan o confligen entre sí sobre los fines y los medios de la vida humana en sociedad.  Aunque su reino --- en la primera dimensión anotada --- no es de este mundo, según su fundador, la iglesia y las iglesias viven, operan, tienen efectos, y se nutren materialmente de este mundo, el mundo social y político.

Históricamente las iglesias han aspirado al poder total en la sociedad.  En el caso del cristianismo creció y se extendió tras el zarpazo que de ella hizo el Emperador Constantino en sus primeros siglos, y desde allí siempre ha operado con afán de control del poder secular, hasta los dos últimos siglos, donde los estados democráticos han separado las iglesias del Estado, sin negarles a estas su función social y sus derechos humanos y políticos.

En los países protestantes, desde 1516 en adelante, se ha registrado el mismo proceso:  reclamo de independencia teológica con intentos de dominio del ámbito secular.

En las Constituciones de Estados Unidos y Puerto Rico se consagra la libertad religiosa y la política de manos afuera del Estado en asuntos internos y doctrinarios de las iglesias.  El concepto que mejor expresa ese principio es el que prohíbe al Estado “establecer” religión alguna mediante el poder secular ordenado para fines utilitarios y temporales.

En Puerto Rico la Iglesia Católica oficialmente proclamó en 1960, mediante decretos de sus obispos que era incompatible ser católico y popular democrático a la vez.  Muchos líderes republicanos de entonces, como Baltasar Corrada del Río, tomaron parte activa en aquella aberración.  El Vaticano desautorizó aquella jugada eclesiástica, y los obispos fueron sacados de Puerto Rico.

Pero hay gente que no aprende, de un lado y de otro.  Hoy, los politicastros más obtusos del PNP, Carlos Romero, su hija Melinda y Albita Rivera agitan contra el arzobispo Roberto González Nieves porque expresa --- en armonía con todas las encíclicas del papado del Siglo 20 y 21 --- la responsabilidad del  cristiano católico en el ámbito secular:  la preservación de la cultura y la identidad nacional puertorriqueña, la justicia social y los derechos humanos y políticos de todos los ciudadanos.  Eso ofende a los analfabetos y trogloditas del PNP, y piden al electorado católico que abandone la iglesia como si se tratara de un club privado de Caparra o Garden Hills.

No niego que la iglesia mejoraría muchísimo --- éticamente hablando --- sin estos politicastros incultos y voraces de poder total, pero el asunto es institucional, no partidista.

¿Se le escapará al pueblo la contradicción moral que existe entre los que atacan a la Iglesia Católica y cultivan y sobornan a los pastores de las iglesias pentecostales, pululando por sus púlpitos, empezando por la “primera dama” “part-time” y el propio gobernador, favoreciéndolos con sueldos y fondos públicos, a pesar del record claro de buscones y raqueteros de muchos de estos pastores, que viven de la ignorancia y los diezmos de sus congregaciones aleladas?

Estos son los valores de Fortuño y el PNP --- la contradicción, la mentira, el soborno de los pastores con los dineros del pueblo.  Y por si acaso alguien se da cuenta, tienen a Romero, a Melinda y a Albita como pelotón teológico para abolir la Iglesia Católica de Puerto Rico.

Hay que recordar bien de qué Romero estamos hablando.  Porque en El Salvador hace varias décadas, otro Romero, un cristiano verdadero, el Obispo Arnulfo Romero, fue asesinado frente al altar de su iglesia mientras predicaba justicia, conciencia cultural nacional y  derechos humanos y civiles.  Siempre es útil saber de cuál Romero estamos hablando, de Arnulfo Romero, el mártir de la justicia y los derechos humanos, o de Carlos Romero, el procurador de bienes raíces, de escoltas permanentes pagadas por el pueblo, de prebendas y cabilderos millonarios en el PNP de Luis Fortuño, a quien él mismo llamó “embustero” desde el 2004 y se le ha olvidado convenientemente.

¡En qué quedamos!

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