En una
democracia las elecciones periódicas tienen la función de expresar el sentir
del pueblo sobre el desempeño del gobierno desde las últimas elecciones. Una de dos, o confirma al gobierno y
con ello expresa su satisfacción con la labor realizada, o lo cambia, lo
sustituye por uno que por su historial represente una alternativa racional, más
allá de un detalle u otro, hijos de la imperfección humana.
Así de
sencilla es la convocatoria democrática del 6 de noviembre próximo. No se puede culpar a un ciudadano que
vote por Luis Fortuño porque piensa que: (1) cumplió sus promesas del 2008; (2) ha creado miles de empleos bien
remunerados; (3) ha respetado las instituciones que no operan como parte de la
Rama Ejecutiva --- tales como el Colegio de Abogados y la Universidad de Puerto
Rico ---; (4) ha respetado la Rama Judicial, como el Tribunal Supremo, al que
le ha respetado su autonomía fiscal; etc.
Si
alguien suscribe esos elementos de la vida colectiva y atribuye ese éxito a
Luis Fortuño, derecho tiene entonces para con su voto confirmarlo en la
gobernación. Claro está, el
derecho se respeta, pero hay que respetar la opinión también de que ese sería
un voto torpe, estúpido, idiótico, producto de lo que los debatientes medievales
llamaban “ignorancia invencible”, y que aquí le llamamos, “corazón del rollo”,
chusma irracional, en suma, fanáticos.
El hecho me recuerda una lectura sobre la muerte de Virgilio, el insigne
poeta latino, amigo del Emperador Augusto. En el último viaje que dio con el César, al llegar al puerto
de Rimini, al ver la multitud irracional, mugrienta y enloquecida que recibía
con vítores al verdugo romano, Virgilio se viró hacia Augusto y le preguntó: ¿A eso es que tu llamas el pueblo
romano?
Lo
mismo preguntaría yo si la ignorancia y la estupidez me regalaran la tortura
existencial de un Fortuño victorioso el próximo 6 de noviembre.
Existe
otra posibilidad como alternativa inteligente: repudiar a Fortuño como el peor gobernador de nuestra
historia moderna desde Blanton Winship.
¡Y miren que desde entonces nos han gobernado pamemas y corruptos como
para haber escarmentado!
No hay
que olvidar que entre Romero, Rosselló y Fortuño le han costado a este pueblo más
de un cuarto de millón de empleos directos e indirectos. Los tres insistieron en entregar la Sección
936 --- la médula industrial de Puerto Rico --- diz que para cualificar para la
estadidad, hoy más lejos que nunca en los Estados Unidos y aquí. A eso hay que añadir las fechorías
exclusivas de Luis Fortuño: la Ley
7 y el Tubo de la Muerte, que el pueblo derrotó. Falta derrotar al autor del siniestro proyecto. Esa fechoría nada más lo sembrará en la
historia como un gobernador falto de seriedad y de respeto al pueblo que lo eligió. Ese tubito de marras --- sin cavar un
hoyo en la tierra --- le costó al pueblo, ya de manera oficial más de 29
millones de dólares repartidos entre los ahijados de Luis Fortuño. Él mismo se ha encargado de defender esa
corruptela --- desde Ray Chacón, el compañerito de Marista, hasta los
profesionales del tumbe Eduardo Ballori y Dennis Rivera Medina, genio de todo
sin capacitación para nada, quien a lo largo de todo el gobierno se ha tumbado
27 millones, más allá de los 6.3 millones del Tubo de la Muerte, y de quien
Fortuño hizo personalmente una emotiva defensa.
¿Cómo
es posible suponer que un pueblo se flagele a sí mismo desde la tiniebla moral
de esa ejecutoria, reeligiendo al gobernador más embustero, corrupto e
incompetente de nuestra historia?
Ahora
bien, sobre el País flota una interrogante angustiosa, al pensar en el cambio y
en las alternativas para lograr ese cambio. Existen por ahí, por lo menos, una docena de buenas personas
que han renunciado a la virtud cívica de la educación política y han decidido formar
tres o cuatro partidos, entes puramente jurídicos sin pueblo, cuyas ideas son
tan perfectas y puras que sólo ellos --- cada uno de cuatro --- pueden
llevarlas a la acción, sin pueblo.
Así pensó dos veces en Estados Unidos Ralph Nader, que se consideraba
muy puro para respaldar a Al Gore y a John Kerry prefiriendo que se eligiera a
George Bush dos veces. Estos
amigos deberían entender que la política no es una tertulia platónica para
ventilar ideas perfectas. Es una
lucha de intereses y de ideales al alcance del pueblo, a veces impreparado para
juzgar poéticas quimeras. Tienen
estos pequeños partidos un poder potencial real: reelegir a Luis Fortuño sustrayendo votos de quien puede en
verdad derrotarlo, los votos que, concentrados, pueden llamarse pueblo, y no átomos
dispersos.
La
verdad política no es siempre la verdad ideal, perfecta e incólume. La verdad política radica en el diagnóstico
de lo posible. Lo otro es destruir
opciones reales --- alegando una equivalencia política y moral falsa en la
realidad histórica --- en aras de protagonismos demasiado virtuosos.
Se
quiere salir de Fortuño, ¿sí o no?
Si no se quiere, vote usted por el PNP o por cualquiera de los partidos
irrelevantes electoralmente, excepto para hacerle un daño irreparable al País.
El
patriotismo que exige la situación angustiosa del País es uno que haga una
diferencia. Votando directa o
indirectamente por Fortuño no se hará ninguna diferencia, no habrá cambio.
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