Loa
mandones, los dictadores, los gobernantes absolutos --- que es la regla en la
historia de la humanidad hasta el Siglo XVII --- exhiben un carimbo, una marca
de fábrica que los identifica sin lugar a dudas, frente a gobernantes democráticos,
liberales, de poderes limitados.
Por un lado, la sensualidad casi erótica por el poder total, sin límites. Por otro lado, la alteración del
sistema político constitucional --- mediante el cual llegaron al poder --- para
apoderarse de todo el poder. En
manos de un fanfarrón como Hugo Chávez --- una especie de Jorge Santini
venezolano --- el hecho no sorprende.
Pero en manos de una aparente mosquita muerta como Luis Fortuño, el fenómeno
reta la credibilidad, la suya y la de los que votaron por él en el 2008.
Este
contraste entre prédica liberal y conducta totalitaria, mientras a su vez se
pretende reducir el gobierno a una
débil ficción, viene de lejos en la historia de Occidente. Hasta mediados del Siglo XVII todos los
gobiernos y todos los gobernantes fueron absolutistas y/o totalitarios. Las camarillas que dominaban las
asambleas y las cortes en la democrática Atenas mataron a Sócrates, y la
camarilla hebrea que representaba a Roma en Jerusalén mató a Cristo. Los dos se atrevieron a ejercer su
libertad de pensamiento y expresión.
La
democracia liberal --- esto es, el sistema de gobierno limitado como antídoto a
los mandones --- es cosa del Siglo XVII y XVIII, de las revoluciones inglesas,
americanas y francesas. El pueblo adquiere
libertades, y vota para poner y quitar gobiernos, y para vigilar a los mandones
que intentan tragarse para ellos personalmente, los tres poderes del Estado y
las libertades de la sociedad.
La
personalidad autoritaria no repara en esas teorías y precauciones. Algunos, como Luis Fortuño, desprecian
el gobierno del pueblo pero se lo abroga todo, ilegal e inmoralmente. Eso hizo Julio César en Roma, los
Luises de Francia, todos los reyes de España, y los de Inglaterra hasta que el
pueblo se sacudió de ellos.
Observe
el lector el siguiente proceso en America Latina: Fidel Castro prometió restituir la Constitución de 1940 y la
traicionó, apoderándose absolutamente de todos los poderes sobre personas y
cosas. Hugo Chávez juró en vano
por Bolívar y manchó su memoria con su fantochería totalitaria. Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa
en Ecuador llegaron al poder mediante una Constitución liberal, y desde el poder
la cambiaron para perpetuarse en el poder absoluto y total.
Fortuño,
supuestamente republicano o liberal en cuanto a gobierno limitado, desarrolla
un apetito voraz por el poder total, quiere alterar la Constitución, cambia las
reglas del juego electoral, limita la libertad de expresión, y vende al mejor
postor los derechos de las víctimas de los mogules hospitalarios. Le quita derechos a los débiles para vendérselos
a los fuertes. Ese es el carimbo,
la marca de fábrica de los mandones.
El
liderato es otra cosa. Es fuerza
moral, es la dignidad de la
honestidad y la verdad. Su conducta
representa otra corrupción --- además de la del dinero público que reparte
entre sus amigos --- que carcome el sistema democrático que heredó, y que en
menos de cuatro años ha hecho cenizas.
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