Desde
las finanzas y el enriquecimiento ilícito de “la primera familia” a nombre de
su poder e influencia, hasta las políticas públicas para enriquecer amigotes y
trasladar a ellos los dineros que se le restan al servicio público y al empleo,
la administración de Fortuño profesa un credo sencillo: la transferencia del
dinero del pueblo a una pequeña elite --- ganga --- de banqueros, aseguradores,
desarrolladores y sanguijuelas partidistas --- los beneficiarios de miles de
contratos leoninos, sin subasta, para engordar a los financistas de Fortuño,
como familia, y como gobernante.
Invito
al lector a considerar un contraste.
Durante los años 30 del pasado siglo, dos familias norteamericanas,
ricos por su capital y patricios por su dedicación al bien común de su pueblo
--- en servicio público ejemplar --- le dieron contenido a la máxima romana de
que “la nobleza obliga”: el rico
que echa a un lado su riqueza y se dedica al rescate moral y económico del
pobre, del mediano, y del País.
Me
refiero a la familia Roosevelt, de Hyde Park, Nueva York, y a la familia Kennedy, de Boston y
Cambridge, Massachussets. Desde Teodoro
Roosevelt hasta Franklin y Eleanor Roosevelt, la riqueza privada se echó a un
lado, y se abrazó la “felicidad pública” como principio y valor de una vida con
verdaderos valores morales, no los de Fortuño y su ganga.
En el
caso de los Kennedy, cuatro hermanos abatidos por la tragedia, no en la búsqueda
de más dinero, sino de cómo servirle a los que tienen poco o nada de todo. El padre de los Kennedy, Joseph
Kennedy, echó a un lado su exitosa carrera de manipulador de Wall Street y aceptó
la oferta de Roosevelt de dirigir --- crear realmente --- la Bolsa de Valores,
el “Securities and Exchange Commission”.
Sus hijos, Joseph, John y Robert dieron sus vida en ese altar de
servicio al País. Ted Kennedy,
igualmente, de heredero multimillonario pasó, por decisión moral y patriotica
--- por “valores” auténticos, no los hipócritas de Fortuño--- a servir en el
Senado de los Estados Unidos por medio siglo, convirtiéndose en el más grande y
productivo senador del siglo 20 y parte del 21.
Ese es
el credo de “nobleza obliga” en acción, personificado en dos eminentes
familias, nobles no por abolengo de tierra y sangre, sino por grandeza de espíritu.
Ese es
el credo valorativo de los Roosevelt y los Kennedy.
Si no
le parece obsceno al lector: compare ese credo con el de Fortuño, Rosselló,
Rafael Hernández Colón y otros.
Pero específicamente compare ese credo materialista, monetario, del PNP
como partido, como liderato, con los paradigmas de Roosevelt y Kennedy.
La
clave de la comparación es sencilla:
¡El credo del PNP es el de los Kennedy…pero al revés!
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