jueves, 26 de abril de 2012

… y después del 2012, ¿que?

Parte II – Política y Liderato
Afirmé en el artículo anterior de este espacio que es enteramente posible que el PPD pueda reconstruir a Puerto Rico, a partir de enero del 2013, si se dan ciertas condiciones en el liderato que entonces dirija los destinos del País.

En primer lugar, la nueva situación, la heredada no sólo de Fortuño, sino de varias administraciones anteriores, debe instaurar un estilo moral e intelectual radicalmente nuevo comparado con el último medio siglo.  Se trataría de una actitud política radicalmente diferente a la que hoy padecemos.  

Para los que le gusta invocar a Luis Muñoz Marín, recuerden que la esencia de su liderato se centró en “el pueblo”, “el País”, “la gente”.  Fue sólo como producto de un proceso de sinceración con esos entes morales, dueños del estado y del gobierno, que pudo Muñoz dirigir al País, frenar las pasiones políticas partidistas --- de su propio partido --- para que se cumplieran los altos fines de su misión de rescate de la pobreza, del desempleo, del fatalismo de los campesinos, de los obreros, de los pequeños comerciantes, de las masas analfabetas que eran Puerto Rico bajo el yugo de los republicanos latifundistas y colonos de caña que poseían a Puerto Rico en los años treinta.

No valdría la pena, para el pueblo, que el Partido Popular ganara las elecciones de noviembre, y que en la tarde del 2 de enero el nuevo gobernador dedique su pensamiento a cómo ganar las elecciones del 2016.  Sería sencillamente una desgracia, una repetición de Fortuño, otra traición.

Eso nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza y la función de los partidos en la democracia, en contraste con la función del estado, del gobierno, que supuestamente es un agente del pueblo entero para resolver sus problemas.

Los partidos tienen la función de proponer ideas, soluciones, mediante la organización de una parte de la opinión pública para esos fines.  En su gestión partidaria --- de una parte --- enlista ideas, pasiones, deseos, intereses, frente a otros partidos, es decir, otras partes de la sociedad política.  Pero el estado, el gobierno, el gobernante, no pueden ser portavoces o agentes de una parte.  Su justificación ética y política es el Bien Común, el todo.

Puerto Rico, en la multiplicidad de sus crisis --- de economía, de servicios, de pasiones fuera de control, de sensibilidad ambiental, y de justicia distributiva, no tiene arreglo si el próximo gobernador no amanece el 3 de enero del 2013 libre del yugo de su propio partido.  El partido seguiría haciendo lo suyo, pero el Gobernador tiene que liberarse de esa centrífuga moral que es el partidismo, aunque sea el de su propio partido, para sentirse libre moral y políticamente libre, ante su pueblo.

Una de las funciones irrenunciables del gobernante, ante la diversidad de criterios y de desempeño partidista de las Legislaturas --- la suya o la del otro partido --- es la de ejercer su liderato a nombre de todo el pueblo, para enderezar los entuertos de la politiquería legislativa --- del partido que sea --- a nombre de todo el pueblo.  Lo contrario produce figuras decorativas, patéticas, como la de Luis Fortuño.

Eso el lo que significa ser hombre de estado, a diferencia de mero agente partidista.

El liderato que el pueblo concede, en el proceso eleccionario, hay que conservarlo aún a contrapelo de la propia mayoría que lo llevó al poder.  Lo otro es convertirse en una tuerca más de una maquinaria moralmente torpe.  Lo otro es … otro Fortuño, más de lo mismo.  Y el País y el pueblo, a las ventas… 


-- Parte III -- Enero del 2013

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