martes, 17 de abril de 2012

Fortuño y su Nueva Reforma Educativa

La audacia de la superficialidad y la incultura no tienen límites en el caso de Luis Fortuño.  Ajorado ante el impacto de una opinión pública no sólo negativa, sino furiosa, acude al catálogo republicano del primer tercio del siglo pasado, en el que gobernadores americanos y comisionados de instrucción americuchos se combinaron para imponerle a la niñez y a la juventud puertorriqueña el inglés --- no como asignatura, que es necesaria y loable --- sino como vehículo de instrucción de todas las materias.

Aquello, hasta 1937 en que el Dr. José Padín le puso término, fue un soberano fracaso y una violencia política contra la cultura y la identidad puertorriqueña.  Pero el que no sabe y el que no estudia repite las mismas idioteces del pasado.  El hecho no debe extrañar a nadie.  Luis Fortuño es probablemente el gobernador más ignorante e inculto que ha pasado por Fortaleza.  Producto de unas escuelas privadas clasistas, enclaves de americanos y de castas oligárquicas de nuestras elites económicas, el hombre es enciclopédicamente inculto sobre historia, general  y puertorriqueña, tanto como de la sociedad y la cultura sobre las que disparata con sólo abrir la boca con absoluta naturalidad y complacencia.

Cuando no existen maestros de inglés --- ni en número ni en preparación --- para atender la matrícula regular de hoy,  Fortuño promete universalizar esa ignorancia a todas las escuelas y a todas la asignaturas.  Bien haría si le enseñara inglés a sus administradores y legisladores, analfabetos como son en ambos idiomas.

Fortuño no ha escarmentado con el fiasco de sus promesas del 2008.  Ahora ensaya una más imposible que las de reducir el costo de la luz y el agua, crear empleos para sustituir las docenas de miles que botó, y la mejoría de la calidad educativa en general y de la educación especial en particular.

La promesa sobre el inglés es patética, mientras que las demás han resultado inmorales porque estuvieron basadas en su mendacidad crónica.

Esta promesa patética pone de manifiesto que después de cuatro Secretarios de Educación, al cual más ignorante e inepto, Fortuño no tiene la más mínima idea del desastre de la educación pública sobre la que tan superficialmente disparata.

Una pregunta se impone: ¿Se ha mejorado la educación pública bajo el fortuñato? Que contesten los maestros, los padres, los maltratados de la educación especial, y los estudiantes mismos.

Ante este cuadro, el jibaro recordaría el cuento del ratoncito Pérez haciéndole cucasmonas a la cucarachita Martina.  O, como dice el pueblo, “con la misma ropa anda”.

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