Se lamentaba un físico francés del pasado siglo de la
necesidad de explicar sus teorías.
A eso le llamaba “el demonio de las explicaciones”. Yo he acuñado
durante los últimos años la tesis de que cuando las explicaciones son largas,
complejas y retorcidas, es porque son falsas.
Luis Fortuño y doña Luz Eufemia Vela han estado en los
medios por semanas “explicando” cómo se tiene un ingreso familiar tan alto y se
pagan unas contribuciones tan raquíticas a la luz de ese ingreso.
La aritmética de sus números está correcta. Lo que está mal es la ética de esos
números, por lo menos hasta que el matrimonio Fortuño-Vela no explique, mostrándole al pueblo, los gastos de
ese ingreso por concepto de pagos para obtenerlo.
En el caso de Fortuño la operación es sencilla. El no puede reclamar tales gastos,
puesto que nosotros, los contribuyentes, lo mantenemos desde que se levanta
hasta que se acuesta. Y sabemos lo
que le pagamos, $75,000 dólares al año.
El issue es la primera dama, a quien le pagamos todos los gastos por una
función a medias, como si fuera a tiempo completo, mineras se dedica al lucro
privado, en los bancos y firmas hipotecarias del País.
¿Cuáles son esos bancos? ¿Son los mismos o diferentes de los que corren y administran
los bonos de Fortuño? ¿No son los
mismos beneficiados con la legislación especial que para ellos ha aprobado
Fortuño?
¿Cuántos notarios hay en Puerto Rico de iguales o superiores
destrezas que las que tan caro vende doña Luce? ¿A quienes --- por nombre natural o jurídico --- pagó doña
Luce los $111,000 dólares de gastos incidentales a su trabajo notarial? Lo único que ella menciona como gastos
son los mensajeros para comprar sellos notariales. ¿Cuántos? ¿Y lo
demás?
Los bancos no hablan.
Cogen, y pagan con contratos.
¡Muy agradecidos!, como decía Pedro Vargas. El pueblo --- los pobres, los viejos, los niños, los
enfermos --- paga o sufre por lo que la doña ha dejado de pagar. El pueblo quiere saber los detalles, porque
dice su propia sabiduría que “el diablo está en los detalles”.
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