Desde
la antigüedad clásica han existido defensores de buena fe del agnosticismo – es
decir, de la imposibilidad de conocer la verdad de las cosas. Otros, sus discípulos, han pensado que
puede dudarse todo, pero que hay que buscar el límite de la duda con seriedad y
método racional. A eso, otros le
añadieron el relativismo --- todo depende de la situación, las circunstancias,
la perspectiva. Finalmente, los cínicos,
los precursores de Luis Fortuño, declararon que todo se vale, que todo es
vaina, que lo que importa es el poder y el dinero: la filosofía de los guaynabitos que preside y dirige Luis
Fortuño.
Claro
está, no luce bien defender ese cinismo de frente, honestamente como han hecho
tantos en la historia, desde Protágoras el sofista, pasando por Maquiavelo el
consejero de príncipes sin principios, hasta aterrizar en Ángel Cintrón y
Marcos Rodríguez Pujadas en la carta de Fortuño.
Ese
cinismo permite a Fortuño --- o cree él que le permite --- atacar los programas
de Obama en Estados Unidos y
beneficiarse y usarlos politiqueramente en Puerto Rico, sin ruborizarse. Eso le permite desviar el tesoro público,
en más de quinientos (500) millones hacia sus amigotes en contratos leoninos,
sin subastas, mientras hambrea instituciones sociales y despide decenas de
miles del servicio público.
Ese cinismo
le permite llamar “Vía Verde” a la más radical y abusiva devastación de la
naturaleza verde del País, mientras alimenta a sus amigotes con millones, sin
permisos, y ante el rechazo universal del pueblo.
Ese
cinismo le permite, finalmente, definir el problema social del País ---
pobreza, crimen, desastre escolar, el robo legal de los fondos públicos con
planes de salud depredadores del presupuesto, mediante el “robo legal”
defendido por Fortuño --- como un asunto de “Valores” que el pueblo no tiene y
que Fortuño le va a enseñar con la “medicina amarga” de los despidos, el desempleo
y su entrega supina a los que el Presidente Roosvelt llamó en 1932 “los
malhechores del gran capital”.
Eso es
cinismo, aunque se venda como “Valores”.
El pueblo no es filosofo, ni cínico. Juzga por los frutos. Y recuerda la metáfora de Jesús, sobre
la higuera estéril. Y sabe
descifrar los paquetes y los pasteles ciegos, todo envoltura, sin contenido.
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