Que los ingresos de
Fortuño, de origen especulativo en sus negocios de acciones con su amigote
hayan saltado de un cuarto de millón de dólares a medio millón, y de ahí a
cinco millones del 2005 al 2007 --- sus años de Comisionado Residente ---
constituye un escándalo y una afrenta,
un insulto a un pueblo al que se le impuso la “medicina amarga” de la Ley 7, de
los treinta mil despidos, de la contribución especial --- la mordida especial
--- de Fortuño sobre la propiedad, y marca la separación entre los “valores” de
Fortuño y los “valores”, y los
sinsabores del pueblo.
El País necesita un
gobernador, y una Legislatura, que al oír el vocablo pueblo sepa de qué, y de
quien se trata: la inmensa mayoría
pobre y sin horizontes, que aún así alimentan la gula multimillonaria de Luis
Fortuño.
En noviembre próximo
veremos si el pueblo sano y maltratado vota por sus enemigos, por este grupito
de depredadores que Fortuño alimenta y protege, tan parecidos a él, o si vota
por sí y para sí mismo, por su justicia.
Existen en el mundo
gobernantes que contratan para ofrecer mejores servicios al pueblo. Pero Fortuño usa el dinero del pueblo
para dar contratos leoninos a sus panitas, a los que el Presidente Roosevelt
llamaba “malefactors of great wealth”.
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