La Constitución
enumera las causas para el residenciamiento --- esto es, la destitución de los
altos oficiales sujetos a esa sanción.
Después de enumerar esas causas, establece que puede invocarse esa
prerrogativa en casos de “delitos menos graves que impliquen depravación”. ¿Por qué no aplicar ese principio a los
presidentes de las Cámaras?
Delitos morales de sobra
tienen ambos a su haber como para que se invoque su despido. El asunto es técnico, legalista. Pero
eso no agota los derechos del pueblo contra la perversión de la función
legislativa: se impone el juicio moral del pueblo sano contra los estercoleros que
Rivera Schatz y Jenniffer González presiden, por su propia hechura.
Las últimas
aventuras soeces de la Cucusa Hernández, el poder detrás del trono en la Cámara,
pone de manifiesto la sordidez de esa “comunidad especial” que Jenniffer ha
creado en su Oficina, cuyas conductas inconfesables, el País conoce y
rechaza. Pero dejemos por hoy que
los muertos entierren a sus muertos, y pasemos al Senado de Puerto Rico. Ese Senado fue en el pasado presidido
por Don Antonio R. Barceló, Rafael Martínez Nadal, Don Luis Muñoz Marín y Don
Luis A. Ferré, entre otras figuras respetables por su carácter, su
inteligencia, y elegancia en la administración del Senado y en la conducción de sus trabajos,
regidos por la Constitución, la ley, y el reglamento mismo del Senado.
Respeto
a las minorías, lenguaje decente en la alocución pública, vistas públicas
serias y respetuosas de la oposición, consideración ponderada de méritos en los
nombramientos, y el uso del descargue sólo en circunstancias extraordinarias de
premura de tiempo.
Mientras
enumero esas aristas de la decencia legislativa, de la deliberación racional
pausada, recuerdo mi propia participación en aquel conjunto de verdaderos
“honorables” aún cuando yo era minoría muchas veces dentro de la mayoría del
que entonces era mi partido. Pero había
decoro, honor, decencia en el proceso legislativo, para con sus miembros y para
el público que dentro o fuera del Capitolio representaba al pueblo.
¿Cómo
es que hemos resbalado hasta las tinieblas que hoy arropan al Senado de Puerto
Rico, donde un títere de cafetín insulta a diario a la oposición y maltrata a
sus compañeros de mayoría, que ante la insolencia del poder actúan como
eunucos, como alfombra sobre la que se pasea el Jeque de Trujillo Alto?
El
caucus PNP se le rinde por miedo, y se comporta como rebaño propiedad del dueño
de la finca; el gobernador se le rinde por miedo; el Secretario de Justicia se
le rinde por miedo, pendiente de un nombramiento de juez. ¿Acaso no sabe ese Secretario cómo el
Jeque de Trujillo Alto trata a los jueces si no deciden como él les dicta? ¿No
sabe que ha fabricado cargos contra el Juez Presidente del Tribunal Supremo y
ha nombrado para investigarlo al corrupto Roger Iglesias, protegido suyo, raquetero
de contratos ilegales?
¿Dónde ha ido a parar la vergüenza y la
testosterona de hombres en este gobierno, y de las mujeres que se le rinden
como inferiores a este vulgarote, desde la Fortaleza misma hasta el Senado? Toda
esta corrupción moral tendría remedio si los cuerpos legislativos mismos
respondieran por la integridad ética de sus miembros pero como está constituido el Poder Legislativo en este
momento, con respecto a la mayoría de ambos cuerpos, tal cosa no es posible
porque ello requeriría una conciencia moral que no existe en la mayoría
legislativa. Este hecho me
recuerda el diálogo de hace más de veintiún siglos entre el sofista Trasímaco y
el filósofo Sócrates. En esta analogía
Rivera Schatz representa a Trasímaco:
“La justicia es el interés del más fuerte”.
Sólo
queda, como último remedio, el residenciamiento electoral en noviembre.