Luis
Muñoz Marín adoptó esas palabras para decirlas al pueblo, en Mayagüez, en su
acto de retiro de la gobernación y ante la protesta afectiva de aquella
Asamblea General, que “yo no soy la fuerza, tú eres tu fuerza”. ¿A qué se referían ambos gigantes del
patriotismo creativo de vida abundante para este pueblo? Sencillamente que hay que contar con el
pueblo: sus urgencias, sus
necesidades, sus problemas y angustias y penurias, para a nombre suyo, y con la
fortaleza que él brinda, hacer patria desde el poder, desde el gobierno, desde
la representación de su confianza en las urnas que sólo la democracia provee.
Por más
que los detentores accidentales del poder --- por engaño, por mentiras, por el
arte de la simulación --- quieran fungir como representantes del pueblo,
mientras liquidan sus empleos, sucumben al soborno --- y aquí Fortuño no sólo
continúa, sino que supera a Rosselló --- reduce los servicios, se lucra
personal y familiarmente de la legislación que aprueba, destruye todas las
instituciones de servicio a la comunidad para asegurarse el poder total, a lo
Hitler, Franco y Stalin, la duplicidad cínica es demasiado protuberante.
A esa
infamia no se le opondrán meramente los partidos de oposición. Frente a esa
infamia saldrá vibrante el País, el pueblo de Puerto Rico, con su fuerza, su
capacidad de indignación, la misma que Luis Muñoz Rivera convocó contra el
despotismo español y sus incondicionales de entonces --- que así se llamaban
ellos mismos --- y que Luis Muñoz Marín volvió a convocar contra los “colmillús”
republicanos de los años 30 del pasado siglo, anticipo fotostático de los
riquitos y amigotes de Luis Fortuño.
A esos, en 1932, el Presidente Roosevelt les llamaba “malefactors of
great wealth”. Aquí, esos malefactores
de Fortuño están acompañados, como mandaderos útiles, por una legión de
buscones --- legisladores corruptos y analfabetos y contratistas de embuste,
para robarle al pueblo el Bien Común y su patrimonio.
La
fuerza está en el País. El País es
la fuerza, no el líder accidental que dice representarla.
En principio, esa realidad explica la fuerza contínua del Estado Libre Asociado. Porque es el status del pueblo, que ha producido para el pueblo, que interpreta cabalmente el carácter político del pueblo, y que repudia las retóricas huecas y las ideologías desarraigadas de unas micro minorías leguleyas que trafican, en la tierra de las realidades relativas, con absolutos que sólo existen en sus cabezas, no importa la buena fe con que predican su irrelevancia a las vidas concretas y los problemas que constituyen las penurias del pueblo.
En principio, esa realidad explica la fuerza contínua del Estado Libre Asociado. Porque es el status del pueblo, que ha producido para el pueblo, que interpreta cabalmente el carácter político del pueblo, y que repudia las retóricas huecas y las ideologías desarraigadas de unas micro minorías leguleyas que trafican, en la tierra de las realidades relativas, con absolutos que sólo existen en sus cabezas, no importa la buena fe con que predican su irrelevancia a las vidas concretas y los problemas que constituyen las penurias del pueblo.
Desde tiempos
de Baldorioty, Muñoz Rivera y Matienzo Cintrón, la autonomía --- el centro político,
la tercera vía, práctica, realizable, dinámica como los pueblos mismos --- ha
sido la clave política de los líderes de pueblo --- no de ideologías abstractas
y altisonantes --- que han definido, articulado, en busca de respaldos que
ayuden a concretarla en programas de acción, mediante una pedagogía
política que no desprecia la
inteligencia del pueblo, su fuerza.
No hay
nada intrínsecamente malo en la independencia como régimen político. Excepto que es imposible en Puerto
Rico, por decisión centenaria del pueblo mismo. Continuar con esa predica y con ello negarle respaldo al
Estado Libre Asociado, por escrúpulos puristas de abogados e intelectuales a
espaldas del pueblo, es negarle fuerza al pueblo mismo para castigar a sus
enemigos reales del fortuñismo oligárquico y fascista.
Lo
mismo vale contra la pasión estadista.
No tiene sentido espiritual en nuestro pueblo, y no tiene sentido para
los propios americanos. Es otra negación
terca de lo posible, de lo demostradamente productivo para Puerto Rico, el
autonomismo del Estado Libre Asociado.
Ante el
País como electorado para noviembre 6, debe latir una pregunta: en los 114 años de relación de Puerto
Rico y los Estados Unidos, ¿qué contribución específica han hecho los
nacionalistas e independentistas a la capacidad del País para gobernarse a sí mismos? Yo contesto, ninguna, cero. Retórica sí, ideología sí, protestas y
denuncias sí, pero ¿contribución positiva para que el pueblo ejerza sus
derechos y poderes? Cero,
ninguna. Hablar, denunciar,
dibujar quimeras inexistentes e imposibles, eso sí.
Pero
eso no basta. La misma pregunta
hay que hacerle a los estadistas, de Don Luis A. Ferré, Miguel Ángel García Méndez
y el doctor Leopoldo Figueroa hacia acá, hacia el mundo de Carlos Romero, Pedro
Rosselló y Luis Fortuño. La
respuesta es cero, nada, sino predicar pajaritos preñados para llevar al País a
donde no lo quieren, y no quiere ir.
Ya es
tiempo que el pueblo --- la fuerza del País --- le saque la cuenta. La fuerza del País para mejorarse,
racionalmente, incrementalmente, contra toda faena de entrega y
disolución. La fuerza del País
para resolver problemas de gente y pueblo, no para ideologías ingrávidas ---
sin gravitación hacia la realidad, como hace la izquierda perfeccionista en el vacío.
Estado
Libre Asociado: clave de
libertades --- si las defendemos --- y de progreso, desde problemas muy
difíciles y agobiantes, evitando los vacíos, los precipicios que las ideologías
fantasiosas predican.
No hay comentarios:
Publicar un comentario