Lo
despreciable es que esta elite de señoritos engreídos --- los Rafael Hernández
Colón, los Carlos Romero, los Pedro Rosselló, y los Luis Fortuño --- toman el
tesoro público por asalto, y mediante unas legislaturas menos que mediocres se
sirven con la cuchara grande de los dineros que le tocarían a los enfermos,
desempleados, estudiantes menesterosos, niños desventajados física y sicológicamente,
y para atender la seguridad pública y otros servicios hambreados por mor de
prioridades torcidas.
Tome el
lector como ejemplo de un contraste la conducta de algunos exgobernadores que
han honrado esa posición, durante su incumbencia y después. A Don Luis Muñoz Marín hubo que asignarle
una pequeña pensión --- $10,000 dólares --- por que salió de la gobernación
después de 16 años, más 8 como Presidente del Senado, al borde de la pobreza
extrema. Don Roberto Sánchez
Vilella renunció a esa pensión ya legislada, y sólo aceptó gastos de oficina y
un par de conductores de su auto.
Supongo que lo mismo hizo Don Luis A. Ferré, ya que no la necesitaba.
Pero de
ahí en adelante llegaron los fenicios a la Fortaleza: Rafael, Carlos y Pedro, y constituyeron el honor conferido
por el pueblo para el servicio público en mina económica, para multiplicar su riqueza: oficina, escoltas, personal de servicio
doméstico --- que fue en lo que pararon las escoltas --- y ahora, como colofón
a su corrupción numismática, fundaciones personales, pagadas con fondos públicos,
para masajar sus egos de próceres plásticos y que se las pagan el maestro, el policía,
el obrero, el retirado, el pequeño comerciante o agricultor, mientras estos
tres señoritos se abanican con el sudor de otros. Inmoralidad mayor no existe en el catálogo de la avaricia.
La
legislatura trompito que sufrimos se encarga de abultar ese abuso y esa explotación
aprobándole millones a estos tres bribones de nuestra nefasta política,
completando las fundaciones sin fundamento con el apelativo de “sin fines de
lucro” --- a mundo y todo el mundo, sin un estudio completo de ese “racket”
generalizado, que comenzó con Triple S, siguió con el negocio multinacional de José
F. Méndez, y continua en estos días con la jauja vergonzosa de la fundación
estadista --- descaradamente así descrita --- de Carlos Romero.
Los
ejemplos de alta moral pública de Muñoz, Sánchez Vilella, Sila María Calderón,
y Aníbal Acevedo Vila, no han calado.
Los
avaros se han impuesto al País, mientras un pueblo consentidor y zángano los
observa aturdido.
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