jueves, 5 de julio de 2012

Fundaciones sin Fundamentos

Se ha proliferado en nuestro medio político el culto a la avaricia, encabezado por un grupo de exgobernadores cuyo culto al dinero alcanza proporciones eróticas.  Claro, si de amontonar dinero se tratara, con recursos propios y métodos comerciales del mercado libre se tratara, no habría objeción desde este espacio, que no sea el de anotar el mal gusto moral que comunica la avaricia, el afrentamiento, en toda su expresión de vulgaridad valorativa.  Pero si ese vicio moral se practica con recursos propios, allá cada cual con su estilo y carácter.

Lo despreciable es que esta elite de señoritos engreídos --- los Rafael Hernández Colón, los Carlos Romero, los Pedro Rosselló, y los Luis Fortuño --- toman el tesoro público por asalto, y mediante unas legislaturas menos que mediocres se sirven con la cuchara grande de los dineros que le tocarían a los enfermos, desempleados, estudiantes menesterosos, niños desventajados física y sicológicamente, y para atender la seguridad pública y otros servicios hambreados por mor de prioridades torcidas.

Tome el lector como ejemplo de un contraste la conducta de algunos exgobernadores que han honrado esa posición, durante su incumbencia y después.  A Don Luis Muñoz Marín hubo que asignarle una pequeña pensión --- $10,000 dólares --- por que salió de la gobernación después de 16 años, más 8 como Presidente del Senado, al borde de la pobreza extrema.  Don Roberto Sánchez Vilella renunció a esa pensión ya legislada, y sólo aceptó gastos de oficina y un par de conductores de su auto.  Supongo que lo mismo hizo Don Luis A. Ferré, ya que no la necesitaba.

Pero de ahí en adelante llegaron los fenicios a la Fortaleza:  Rafael, Carlos y Pedro, y constituyeron el honor conferido por el pueblo para el servicio público en mina económica, para multiplicar su riqueza:  oficina, escoltas, personal de servicio doméstico --- que fue en lo que pararon las escoltas --- y ahora, como colofón a su corrupción numismática, fundaciones personales, pagadas con fondos públicos, para masajar sus egos de próceres plásticos y que se las pagan el maestro, el policía, el obrero, el retirado, el pequeño comerciante o agricultor, mientras estos tres señoritos se abanican con el sudor de otros.  Inmoralidad mayor no existe en el catálogo de la avaricia.

La legislatura trompito que sufrimos se encarga de abultar ese abuso y esa explotación aprobándole millones a estos tres bribones de nuestra nefasta política, completando las fundaciones sin fundamento con el apelativo de “sin fines de lucro” --- a mundo y todo el mundo, sin un estudio completo de ese “racket” generalizado, que comenzó con Triple S, siguió con el negocio multinacional de José F. Méndez, y continua en estos días con la jauja vergonzosa de la fundación estadista --- descaradamente así descrita --- de Carlos Romero.

Los ejemplos de alta moral pública de Muñoz, Sánchez Vilella, Sila María Calderón, y Aníbal Acevedo Vila, no han calado.

Los avaros se han impuesto al País, mientras un pueblo consentidor y zángano los observa aturdido. 

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